Y
si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-el
tormento infinito que te debo ocultar-,
te
diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento».
Me
enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
--J. A. Buesa--
Deberían poner (por ley) una foto reciente (de antes de morir) en la lápida del difunto para que todos la veamos. No es morbo, es justicia ciudadana. ¿Qué por qué digo esto?. Veréis:
El otro día me di una vuelta por el cementerio del pueblo donde vivo (ciudad dormitorio de una gran ciudad), apenas dos veces lo he visitado en los cuarenta años que llevo aquí residiendo, y quedé impresionado.
Sí, quedé impresionado porque aquí, en este pueblo enorme (cien mil habitantes, la mitad de ellos extremeños, e infinidad de fuentecanteños) tienen la bendita costumbre de poner en los nichos esa foto que propongo; no todos, pero sí la mayoría, y eso ayuda a reconocer a muchos de los que yacen en este camposanto. En mi paseo del otro día reconocí (gracias a las fotos) a no menos de ocho tipos que un día traté y que ni me enteré que habían muerto.
¿Os imagináis ir por los pasillos del cementerio mirando y, según se va avanzando, exclamar de vez en cuándo?, ¡Coño, pero si ese es fulanito que vivía arriba en la plaza!, ¡Hostias, pero ese otro es el de la panadería, y murió hace ya dos años!.. Y así uno y otra, y otro y... gente que he conocido del barrio de toda la vida y que han desaparecido para siempre sin yo saberlo.
En las ciudades uno no se entera cuando mueren conocidos y vecinos, salvo excepciones. Como sabéis, no pasa eso en los pueblos como Fuente de Cantos, que todo el mundo nos conocemos y tratamos y, por unos o por otros, todos sabemos quien fallece, por desgracia, y digo desgracia también, porque a veces mejor no saberlo.
En fin.
Joaquín
Totalmente de acuerdo
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