Viendo pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como una noche, pasaste por mi hastío.
Y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.
--J. A. Buesa--
Decía San Jerónimo que el sexo era una perversidad. Él pensaba, incluso, que el matrimonio era sólo un grado menos que la fornicación. A su juicio el sexo era sucio en un sentido literal y concreto. El caso es que una vez le acusaron de tener relaciones con Santa Paula de Roma (antes de ser Santa, claro). Aunque realmente nunca se demostró.
Los primeros cristianos apenas habían dado importancia a esto del sexo. Ni Jesús ni San Pedro, ni luego San Pablo se refirieron mucho a él. Sin embargo San Jerónimo y anteriormente San Ambrosio, del que fue secretario, si estaban obsesionados con él, pero en el sentido de verlo como algo muy pernicioso.
El Antiguo Testamento no hacía virtud del celibato, aunque era evidente que en el Nuevo si había una cierta tradición. No olvidemos que Jesucristo y San Pablo eran solteros. Así que, según San Ambrosio los obispos y sacerdotes debían serlos también.
Dijo en otra ocasión San Ambrosio que una vida conyugal plena era incompatible con una carrera en la Iglesia. Es más, y abundando en lo del sexo, sugirió que el curso más apropiado para una mujer debía ser la virginidad. “Una mujer virgen podía redimir el pecado que sus padres habían cometido al concebirla”. Hasta ésta barbaridad les llegó a sugerir a las damas.
Por cierto, San Jerónimo (el traductor de la Biblia al latín) es el personaje más representado, pintado y esculpido de la Iglesia, después de la Viren María.
En fin.
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario