A una buena amiga en sus horas más tristes
Se te fue inesperadamente, sin avisar, y te dejó una herida en el alma imposible de curar. Aquella tarde de octubre decidió volar. Acaso se confabuló con la providencia para hacértelo todo más llevadero, más fácil, pero injusto, pues atrás dejó vidas rotas y un páramo de incredulidad y dolor.
Y pensarás ahora, convencida, que nada vale ya para ti que nada tiene sentido sin él, y creerás no ser digna del desmesurado castigo que te ha impuesto el destino, y te preguntarás, ¿Por qué a ti? ¿Por qué él? Y no hallarás respuestas...
Los días irán pasando por tu vida vacíos, sin dejar huella en tu ánimo. Y las noches te serán eternas, sólo admisibles porque te aferrarás a sus recuerdos y a los inevitables somníferos para dormir. Y a ratos palparás su ropa aspirando con fruición restos de su olor que seguro encontrarás. Y mirarás su foto y besarás su cara sobre el frío cristal, y lo empañarás con la última lágrima de tu infinita madrugada.
Fuera, en la calle, en cualquier paseo y lugar, tu fantasía te hará correr, aturdida, entre la multitud detrás de la silueta de algún desconocido creyendo verlo, Y en las tardes interminables del estío o en las mañanas lluviosas de otoño, añorarás sus sólidas manos asiendo las tuyas... y aún esperarás, ingenua e impaciente, oír su voz a través del teléfono tras una llamada inesperada.
Perdóname, amiga, si te quedan fuerzas para eso, porque no encuentro palabras que te puedan consolar ni argumentos que puedan devolverte una sonrisa; sé que aún tienes el corazón en carne viva. Podría, eso sí, mentirte y contarte, como amigo suyo que fui, secretos inconfesables de su pasado, para subestimarle y así, resentida con él, aliviar tu dolor, pero faltaría a la verdad, porque sólo tú has morado en su corazón. Podría, también, escribirte frases esperanzadoras sobre un futuro no muy lejano cargado de ilusión para ti, para que encontraras un merecido consuelo a tu pena, pero fingiría pues no me saldrían del alma; también a mí me partió el corazón.
Este que te quiere y contigo sufre, Joaquín

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