No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de su tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.
--Bécquer--
Cuando John conoció a Harriet, ella estaba casada, pero enseguida supo que lo que ella profesaba a su marido era afecto y respeto, no amor.. Su marido era un tipo mundano y sociable, pero falto de sentimentalismo y sabiduría, aptitudes que derrochaba Harriet.
Nada más verse, John y Harriet se enamoraron apasionadamente. Los dos eran iguales, emocionales, sensibles, idealistas...
Harriet era muy bella, y muy sincera. Rápido confesó al marido su amor por otro. Éste comprendió su derrota sentimental y los dejó hacer.. Fue un amor a tres bandas.
John y Harriet viajaron juntos por Europa con auténtica devoción el uno por el otro. Desde luego, ni la familia ni su entorno entendió nunca su relación, ¡Oh, qué locura, ella estaba casada! ¡En casa eran tres!, decían. Pero eso a ellos poco les importaba..
Veinte años duró su amor.. Entretanto su marido murió y se pudieron casar pero, ¡Demonios!, Harriet enfermó no mucho después..
--Espero, amor mío, que el que hayas escupido sangre sea de poca importancia, como otras veces-- -le dijo él a ella la última vez que la llevó al sanatorio.
Se le murió en sus brazos de una bronquitis aguda mientras viajaban por el sur de Francia.. Habían sido tan dichosos allí que allí mismo la enterró. Siempre pensó que a ella le gustaría..
Se compró una casa en una colina, junto al cementerio de Aviñón, donde ella reposaba su sueño eterno. Desde su ventana veía su tumba a diario.. Allí vivió hasta su muerte y allí quiso ser enterrado, junto a ella..
Por cierto, John se apellidaba Stuart Mill, y fue un famosísimo filósofo inglés ¿Y Harriet? Bueno, Harriet Taylor era también filósofa y defensora de los derechos de las mujeres; una mujer de bandera..
"Sólo mientras Harriet vivió fui realmente feliz"---Dejó escrito John en su diario.
Joaquín
John y Harriet
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