sábado, 24 de marzo de 2018

Dime tu nombre...





Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino
feliz, risueña, impávida. ¿Y porqué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
(Bécquer)


No me negaran la facilidad de evolucionar que tienen los nombres y cómo lo que en un principio era una cosa con el paso del tiempo es otra; a veces bien distinta. Por ejemplo los nombres de ciudades y pueblos; la mayoría de ellos fueron creados con uno determinado y ahora, siglos después, no lo reconocería ni sus propios fundadores.
Evidentemente hoy en día es imposible el menor cambio, salvo por alguna circunstancia determinada, pues de todo queda constancia escrita y eso ya es inamovible, sin embargo antes era muy distinto, lo que en un principio era un determinado apelativo con el tiempo ha ido derivando en otro muy diferente. Sin ir más lejos, me estaba acordando de Zaragoza, nuestra gran ciudad aragonesa. Sabemos que la fundaron colonos romanos y le pusieron el nombre de Caesaraugusta, o lo que es lo mismo Cesaraugusta, en honor a Octavio Augusto, el primer emperador romano, bueno, pues derivando derivando se nos ha quedado en Zaragoza. Imagino que este cambio, igual que el resto de los casos, fue debido al aislamiento y a la poca comunicación de la gente de entonces que, unido a la incultura propia de la época, hacía que se nombrase mal, lo que daba lugar a estas variaciones.
Otro caso parecido lo tenemos en su vecina Pamplona. También ésta fue fundada por otro romano de pro, el gran Pompeyo, amigo intimo, primero y acérrimo enemigo después, de Julio César. Su nombre original fue Pompaelo, pero, por apaño de la pronunciación y comodidad del lenguaje se quedó en Pamplona. Jamás pensaron los insignes romanos que sería famosa en el mundo, no por su fundador, sino por los toros y sus encierros. Claro que esta fama mundial se la deben al escritor y aventurero americano Ernest Hemingway. Este buen novelista (premio novel) fue un enamorado de España y de las corridas de toros; anduvo por Madrid de periodista durante la Guerra Civil y quedó impactado de nuestras costumbres. Antes de morir (se suicidó a los 59 años de un tiro en la cabeza) iba y venia a menudo a nuestro país. Por cierto, justo al lado del lugar donde fundaron los romanos la ciudad había una aldea de origen vasco que se llamaba Iruña; por eso ahora, y con el afán de rescatar viejas tradiciones que nos invade, la ciudad tiene dos nombres, Pamplona/Iruña. Y más incordio...
La primera piedra de la fundación de Salamanca no la pusieron los romanos, pero casi. Los pueblos indígenas de la zona, celtas para mas señas, ya habitan el lugar en diferentes castros y aldeas, pero fue en tiempos de los romanos cuando se cambió el nombre de Helmántica, por el de Salmántica del que deriva su nombre actual. Hoy en día esta hermosa ciudad es la tercera de la comunidad de Castilla y León y con algo más de 200.000 habitantes. Cuando la invasión árabe y la posterior reconquista por los cristianos se repobló con gente de León, con lo que la ciudad y la provincia perteneció hasta hace muy poco al Reino de León, aunque a diferencia de los leoneses y algún zamorano que otro, los salmantinos se sienten castellanos cien por cien.
La joya de la ciudad de Salamanca es, sin duda, además de su casco antiguo y arquitectura, su Universidad. Aquí impartieron clases los eminentes, Fray Luis de León y Unamuno. Del primero es conocida la anécdota aquella que decía que: al reincorporarse a su clase después de cinco años de cárcel a manos de la Inquisición, empezó la misma diciéndoles a sus alumnos... “Como íbamos diciendo ayer”. De Unamuno conocemos muchas, la más famosa fue lo que le dijo a Millán Astray, el fundador de la Legión, en un intenso debate y cuando este le acosaba con amenazas de todo tipo “Venceréis pero no convenceréis”, aludía el filosofo a la victoria de los nacionales en la Guerra Civil.
Ya que estamos por la zona, de Badajoz conocemos bien sus inicios como ciudad. La fundaron los árabes sobre antiguos poblados celtas con el nombre de Batalius. Pero curiosamente y debido a un error inadmisible, a los allí nacidos se les llama pacenses. Y es que la ciudad había pertenecido anteriormente a la diócesis romana de Pax Augusta (Beja, Portugal) y por extensión de Pax, viene pacense. ¡Qué les parece!!..
Un poco mas abajo de Badajoz tenemos a Huelva. Esta importante y bonita ciudad del sur está ahí, en el mismo sitio desde antes que los romanos pisaran la península ibérica. Pero fueron estos lo que la llamaron Onuba Aestuaria, de ahí que a sus moradores les llamen, no huelvanos ni huelvanenses, sino onubenses, y bien bonito que es...
Por cierto, entre medias de Badajoz y Huelva esta nuestro pueblo. Pero el origen de la palabra Fuente de Cantos es confuso, la primera vez que aparece en un documento escrito es en el año 1253, es decir en la Alta Edad Media.. Aunque sabemos que el primer pueblo fue de origen romano, Lacunis, que alude a agua. A él pertenecen los restos de los Castillejos..
Dicho queda…
Joaquin Yerga







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