lunes, 6 de noviembre de 2017

Donde habitan los sueños ..





Dejé la luz aun lado y en el borde
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.

¡Qué tiempo estuve así? No lo sé: al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones reinaba el sol.

Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o qué pasó por mi,
sólo recuerdo que lloré y maldije;
y en aquella noche envejecí.
(Bécquer)

Freud, el padre de la psicología moderna, nos descubrió secretos de nuestra mente inéditos. Por ejemplo, que el deseo sexual es la base de nuestro pensamiento nada más nacer, ¡ahí es nada!. Y algo que impactó mucho en su momento fue decirnos que los niños tenemos la pretensión de apropiarnos emocional y hasta físicamente de nuestra madre; tanto que incluso deseamos acostarnos con ella... Y no se lo pierdan, el lógico impedimento de realizarlo nos lleva a odiar a nuestro padre, puesto que es él el que atrae su atención y entorpece nuestro deseo. A esto le llamó complejo de Edipo y sería el causante de muchas patologías. A la variante femenina del proceso le denominó complejo de Electra... Pero, comencemos desde el principio...
El romanticismo nació en el siglo XIX como respuesta a los tecnócratas del siglo anterior, en el que se llegó a pensar que todos los males de la humanidad lo iba a arreglar la ciencia. Sí, hay que tener en cuenta que ése siglo fue llamado “El Siglo de las Luces” por las grandes innovaciones en medicina, mecánica o en el pensamiento en general. Se creyó entonces que los hombres con sus conocimientos podían erradicar, por ejemplo, la ignorancia, las enfermedades y hasta las tiranías, proporcionándose un mundo mejor.
El Romanticismo criticó esa actitud porque entendía que lo mejor para los individuos estaba en su propio interior y se debía proceder en todo de manera subjetiva. Es decir, dar mas valor a los impulsos y las emociones, porque es más humano y natural que la racionalidad de la ciencia. Incluso Nietzsche (filósofo romántico) llegó a decir que la sociedad de entonces llevaba una vida de inmundicias y miserable comodidad (si nos viera ahora) Pero no todos los intelectuales (filósofos, poetas, escritores, pintores etc.) llegaron a colmar sus necesidades existenciales con el romanticismo... Y en eso vino a resolverles el problema un tal, Freud.
Freud era un médico austriaco muy despabilado que vio una vez a un espiritista francés intentando curar de histeria a una mujer mediante hipnosis y le gustó. Tanto le agradó la idea que se puso manos a la obra dedicándose a partir de entonces en cuerpo y alma al asunto.
Según Freud los seres humanos tenemos una mente consciente que es la que manejamos a nuestro antojo y otra llamada el inconsciente que es donde se refugian los deseos reprimidos y no satisfechos. Cuando en nuestra niñez nuestro padres impiden en muchas ocasiones satisfacer nuestros caprichos, por razones obvias, esos deseos no complacidos no desaparecen, sino que se ocultan en el inconsciente maquinando durante el resto de nuestra vida la manera de hacernos la puñeta.
Estos deseos no satisfechos salen a la luz más tarde en forma de complejos, paranoias y obsesiones varias. Freud creía sinceramente que estos desarreglos psíquicos son el origen de la mayor parte de las enfermedades, tanto físicas como psicológicas. Y pensó, por tanto, que la mejor manera de curarlas era hurgando en el interior de esa mente para sacar fuera esos antiguos deseos camuflados. Y se le ocurrió lo del psicoanálisis, juzgó que a través de sólo con preguntas adecuadas al paciente podía curar a muchos sin necesidad de medicinas.
Para Freud la mente de los niños esta impulsada por la búsqueda absoluta del placer. Por lo tanto la tarea de los padres es reconducirlos adecuadamente, ofreciéndoles algunos y prohibiéndoles otros. A veces esto genera graves problemas en el futuro adulto si no se hacen bien las cosas. Por ejemplo, si se obliga al niño de manera inadecuada a realizar sus necesidades fisiológicas, podría despertar en él la llamada “fijación anal” que consiste en querer ensuciarlo todo. Éstas personas podrían desarrollar el trastorno, obsesivo-compulsivo y volverse excesivamente limpias. Algunos psicólogos consideran a Freud un poco loco por echarle la culpa de todo al orinal y al sexo.
Otro gran pilar de las teorías de Freud eran los sueños. Pensaba que cuando soñamos, sin el impedimento y control de la mente racional, afloran todas nuestras obsesiones y deseos reprimidos. En definitiva, el creía que la mejor terapia para curar los males de la mente, nada mejor que un buen psicoanálisis realizado a ser posible con un buen profesional. Y si el paciente tumbado y relajado en un amplio diván mirando al techo contesta a las interrogaciones del psicoanalista, pues miel sobre hojuelas.
En fin...
                                                                               Joaquín 


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