domingo, 7 de julio de 2024

La chica que no quería que le regalaran joyas

                                                                                   


  

 

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío: 

una blanca, otra roja, como tu amor y el mío. 

Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo: 

la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo. 

--J. A. Buesa--



Estando dormido, Alejandro sintió acercarse a un anciano de pelo cano. Al llegar a su lado, el misterioso desconocido recitó unos versos de La Odisea, que hablaba de una isla llamada Faro, rodeada por el sonoro oleaje del mar. Frente a la costa egipcia.

La isla existía, estaba situada en las cercanías de la llanura aluvial donde el delta del Nilo se funde con las aguas del Mediterráneo. Alejandro, según la lógica de aquellos tiempos, creyó que su visión era un presagio y fundó en ese lugar la ciudad predestinada.

Le pareció un sitio hermoso. Allí el desierto de arena tocaba el desierto de agua, dos paisajes solitarios, inmensos, cambiantes, esculpidos por el viento. A la ciudad, como no podía ser menos le puso su nombre, Alejandría.

Trescientos años más tarde, Alejandría era ya la ciudad más grande, la más hermosa y la más culta del mundo antiguo. Justo ahí y en estas fechas nació Cleopatra.

¿Que si era hermosa Cleopatra queréis saber? ¡Ah!, pues no lo era, ¡mira por donde!.. Según el historiador Plutarco, que la conoció, la gente no se paraba en seco para mirarla. Pero a cambio rebosa atractivo, inteligencia y una labia de espanto. El timbre de su voz poseía tal dulzura que extasiaba a todo aquel que la escuchara. Su lengua se acomodaba al idioma que quisiese como un instrumento musical de muchas cuerdas.

Marco Antonio quiso deslumbrar a Cleopatra con un gran regalo. Pero sabía que el oro, las joyas, o los banquetes no conseguiría encender una luz de asombro en sus ojos.

Cierta vez, durante una madrugada alcohólica, en un gesto de provocada ostentación, Cleopatra disolvió en vinagre una perla de tamaño fabuloso y se la bebió. Por eso, Marco Antonio eligió un regalo que ella no podía desdeñar con expresión aburrida, puso a sus pies doscientos mil volúmenes para su Gran Biblioteca.

En Alejandría los libros eran combustible para las pasiones.

Joaquín

                                                               

Aunque eligieron a la hermosa Liz Taylor como protagonista para la película, en realidad, Cleopatra no era tan bella


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