martes, 26 de septiembre de 2017

¡Hay vida más allá de Cataluña!




Si todo te da igual, estás haciendo mal las cuentas.
A.Einstein


Justamente ahora, pero hace un par de años, se celebraron las últimas elecciones catalanas. No hace falta decirles que de aquellas lluvias vienen estos lodos.
Ni que decir tiene que los nacionalistas consiguieron mayoría parlamentaria, junto con los desarrapados de la CUP. Tampoco viene a cuento recordarles lo que sabemos todos, el desafío que se propusieron hacer al estado y que éstos días, dos años después, pretenden consumarlo. Pero no es mi intención hablarles de esta marabunta catalana que todo lo impregna, tiempo habrá de seguir con ello. Mi propósito es desarrollarles una noticia que también salió a la palestra en aquellos días.
A finales de Septiembre apareció en el panorama informativo mundial la primicia del hallazgo de agua liquida en Marte y por tanto la posibilidad de hallar vida allí. A mí la noticia me entusiasmó, ya empezaba a creer que estábamos solos en este mundo, ¡Y mira por donde!. Es ilusionante pensar que pudiera haber vida inteligente en alguna parte, además de en Cataluña.
Hubo un tiempo, a mitad del siglo XX, que se pensó seriamente en la existencia de seres vivientes en el planeta rojo. Se avistaba, a través de los mermados medios astronómicos con los que se contaba en esa época, una serie de imágenes que parecían estructuras realizadas de forma artificial por extraterrestres. De ahí proviene la creencia en la existencia de marcianos y ovnis, y que tanto ha enardecido nuestra imaginación durante décadas. Ahora por fin, después de años de abandono, o cuanto menos desdén a la teoría de vida allende nuestro planeta, volvemos otra vez a suspirar con alienígenas y aventuras marcianas. Aquí en la tierra está todo ya muy visto, (parodiando a Manuel Vicent)…no existe un rincón que no hayamos pisado con nuestras sucias botas.
Abundando sobre este tema tan desconocido como asombroso, me resulta como poco deprimente que lleguemos a saber absolutamente todo de nuestro planeta. Y me entristece que la ciencia haya llegado tan lejos, que incluso se atreva a fabricar vida de manera artificial. Y, no digamos del enigmático asunto de la clonación de animales o incluso de seres humanos, tal y como amenaza llevar a cabo algún excéntrico científico… pánico me da.
Yo, definitivamente y a medida que me hago mayor más, me sentiría más seguro físicamente y más humano espiritualmente si la tecnología o la ciencia tuviese límites éticos. Me abruma pensar que genéticamente podemos modificar seres humanos a capricho. Imaginemos por un momento que lleguemos (que llegará) a poder elegir el color del pelo de nuestros bebés o el color de sus ojos, o su altura. Esa posibilidad estaría más cerca de llenar nuestro mundo de robocitos prefabricados que de humanos singulares. El planeta se llenaría de personajitos con apariencia sueca, o del modelo que estuviese en boga en su momento. No,  a mi no me satisface esa idea, prefiero dejar algo de misterio y de albedrio al ser humano. Quiero no llegar a conocer absolutamente todo de él en cuanto a su naturaleza. Y no es que esté en contra de la investigación en biología y genética, o del desarrollo en cuanto a lo de las células madres, ¡No es eso!, pero entiendo que algún límite debemos poner para preservar nuestra esencia como seres humanos.
Debido al aprecio que tengo por las humanidades desde siempre, las he antepuesto a las ciencias. Me interesan más las personas con todas sus imperfecciones que su mapa genético. Prefiero indagar en su alma o atender su razonamiento que preocuparme de las sinopsis neuronales de su cerebro. Y por qué no, tengo más apego por las emociones o al amor de las personas, con sus fortalezas y debilidades que a la calidad de la serotonina o cantidad de neurotransmisores en su química cerebral!  ¡Qué le vamos a hacer!
Ya lo sugerí una vez en una reflexión pasada, pero merece la pena recordarlo. Son los conocidos versos de Bécquer…

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a donde camina;
mientras haya un misterio para el hombre, 
¡Habrá poesía!

Mañana seguiremos hablando de Cataluña…
Dicho queda.
                                  Joaquín Yerga
                                  26/09/2017


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