viernes, 1 de septiembre de 2017

A propósito del diablo




La paciencia es un árbol de raíces amargas, pero de frutos muy dulces

--Proverbio persa--


Tropezó Dios un día, por casualidad, con el Diablo; venía éste de darse una vuelta por la tierra. Lo miró con desdén y, ufano, le preguntó si estaba disgustado al no encontrar ningún pecador por allá abajo; incluso le puso de ejemplo a Job, un buen hombre que daría todo por amor a él. 

No conforme con ésa visión tan buenista de la vida, el Diablo le contestó que, ¡se apostaba lo que fuese a que él sería capaz de corromperlo!. 

Seguro como estaba de la fidelidad de JobDios aceptó el desafío, pero le puso como condición que no tocara su integridad física.

Job era un hombre rico pero honesto y justo. Sus hijos, sin embargo, eran más despendolados; buenas juergas se corrían con la pasta del padre, aunque él siempre rezaba al Señor pidiéndole perdón por las posibles tropelías cometidas por ellos. Ni se imaginaba lo que Satán tramaba contra él.

Empezó, el Maligno, con poca cosa; hizo que las ovejas y el resto del ganado de Job, que era lo que le proporcionaba gran parte de su riqueza, se pusieran enfermos y murieran todos. Pero él siguió siendo fiel a Dios. 

El Diablo un poco mosca se atrevió a más, hizo descargar un rayo terrible en su casa que ardió por los cuatro costados. Murieron en el incendio todos los que estaban dentro, incluidos sus siervos, y lo que era más importante para él, todos sus hijos. Aun así Job se mantuvo devoto a Dios a pesar de que incluso su propia mujer le instigaba a que lo maldijera.

Volvió, Dios a encontrarse con el Diablo, y le sentenció: ¿Te habrás convencido, pues, de que Job es mi siervo más leal, no?..

Pero no, el Diablo, en vez de ratificarle y darle la razón siguió en sus trece y le pidió un último esfuerzo más, le dijo que le dejara tocar su piel y entonces, ¡Uy, entonces!, le vería doblegarse y venirse abajo. Dios, confiado de su poder, le permitió hacer esa última jugarreta.

Y una mañana, a Job, ya sin sirvientes ni criados, ni casa donde cobijarse, ni amigos con los que conversar ni hijos a los que querer y heredar, se le declaró la enfermedad maldita, la lepra. Y unas terribles llagas le salieron por todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza. El Diablo esperaba que con esto Job no pudiera más y maldijera a su Dios con todas sus fuerzas, pero erró una vez más, porque:

A pesar de los agotadores esfuerzos de Lucifer por pervertirlo jamás lo consiguió. Job, nunca dejó de creer en Dios.. 

Dios ganó la apuesta. En compensación le dio una fortuna mayor que la que perdió y más hijos. Por cierto, el personaje, Job, es el de la paciencia, ¿Os suena? ¿Qué cantidad de temple y resignación derrocharía este hombre, que quedó para la posteridad como sinónimo de esa virtud?. mucha, desde luego.

En fin, esto nos lo cuenta la Biblia. 

Joaquín



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