domingo, 27 de diciembre de 2015

Huida al paraíso

                                                                                        




A veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre se juntaban nuestras bocas.

Los míos murmuraban: -¡Me provocas!
Los tuyos: -¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.
(Manuel Ugarte)

Entre mis libros de cabecera uno de los que más aprecio le tengo y que guardo como oro en paño es de poesía. No es demasiado voluminoso, anda el pobre un poco ajado y con las tapas desgastadas por el tute que le doy. Recurro a él de vez en cuando para reconfortar mi ánimo, sobre todo cuando éste no es excelente; cosa que sucede según épocas y circunstancias como a cualquiera.
El librito de mis desvelos lleva el enunciado Tesoros de la poesía. Y digo recurro a él porque me sirve de bálsamo emocional para tiempos atribulados. El tomo en cuestión recoge una recopilación de las mejores poseías en castellano. Las mejores para su autor, por supuesto, pero he de reseñar que éste era ni más ni menos que Rafael Alberti, que algo de poesía sabia.
Escribir en verso es un modo sólo apto para maestros de las letras. Sólo las personas verdaderamente sensibles, capaces de percibir lo más sublime que les rodea son poetas. Si además poseen un vocabulario abundante y saben expresarlo de manera inteligible, entonces y sólo entonces son auténticos poetas. Y es que, buscar la frase con encanto que tenga todo el sentido, aunque sea figurado, pero dentro de las reglas del obligado metraje poético es tarea de genios.
No obstante, una cosa es escribir poesías y otra muy distinta admirar y gozar con la poesía que han creado otros; sobre todo si estos han sido los grandes poetas ya consolidados de nuestra extensa literatura.
Estoy seguro que a mucha gente le conmueve un bonito y turbador poema. Desde siempre ha sido esta la manera más directa y emotiva de entrar en el corazón de las personas. Para describir un bucólico paisaje o un amor despechado nada mejor que contarlo en versos.
Pretendo hoy, en este breve artículo, hacer mención de algunas de las mejores y más sublimes poesías de nuestra lengua. Sé que no hay espacio suficiente en este par de folios para detallar los versos completos, pero si algunas pinceladas de ellos.
Ya con el latín como idioma oficial del Imperio Romano, (al que pertenecimos durante más de seiscientos años), disfrutamos de excelsos poetas como Juvenal, Ovidio (poeta del amor), Virgilio (el más famoso) etc. pero esa parte de la literatura apenas la consideramos como nuestra.
Fue al inicio de la formación de nuestras lenguas romances como el gallego, el castellano o al catalán; todos idiomas vulgares (lo hablaba el vulgo, es decir el pueblo en contraposición con el clero y las clases altas que seguían utilizando el latín, más culto) cuando comenzó nuestra verdadera literatura.
El castellano fue el dialecto que se impuso en la mayor parte de la península, (gracias al mayor peso militar y económico de Castilla) por lo tanto los mejores poetas escribieron en esta lengua. De los primeros romances completos, (además de las llamadas, Jarchas mozárabes), tenemos el fabuloso y extenso poema Del Mío Cid, de autor desconocido, que describía las andanzas bélicas y amatorias de este héroe castellano.
Pero del poeta, con nombre y apellidos, del que primero tenemos constancia, fue el monje riojano, Gonzalo de Berceo, allá por el siglo XII, que escribió cosas como esta… (y que se entienden perfectamente a pesar de estar escrito en los albores de nuestra lengua).

Quiero fer una prosa en román paladino,
en cual suele el pueblo fablar a su vecino,
ca non so tan letrado por fer otro latino:
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino

Después siguieron a lo largo de los siglos otros muchos como el pícaro Arcipreste de Hita y su Libro del buen amor, el Marqués de Santillana y sus Serranillas y así hasta llegar a unos de mis preferidos, Jorge Manrique su maravillosa elegía, Coplas a la muerte de su padre, del siglo XV, ahí van unas pinceladas…

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando,
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquier tiempo pasado fue mejor.

Apuesto lo que sea, y es que aquí coinciden todos los expertos, que esta es la mejor elegía de nuestra lengua. 
Después, saltando por encima de muchos buenos poetas, algunos injustamente olvidados, como Boscán,  Garcilaso de la Vega etc. nos aparece por orden cronológico nuestro insigne Fray Luis de León. De él he entresacado estos versos…

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda, por donde se han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

No hay duda que se anticipaba a las recomendaciones de psicólogos y orientalistas de hoy en día. Nos aconsejaba ya en el siglo XVI, sosiego y paz interior.
Unos años después encontramos al místico San Juan de la Cruz, del que extraigo el siguiente verso…

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

Y qué decir de Góngora

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dejadme llorar orillas del mar”


Y de Quevedo

Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues, de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero


Y… ¿Calderón Iriarte o Samaniego y sus fabulas? Seguro que todos aun nos acordamos de ellos, del colegio.
Del siglo XIX destacamos a Espronceda y sus Con diez cañones por banda…o a Zorrilla y su Don Juan y ¿Campoamor?  y… ¿Bécquer?. Éste ultimo otro de mis poetas preferidos¿Quién no se acuerda de…?

Mientras haya unos ojos que reflejen 
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse  puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!

Y… qué decir de Rosalía o Rubén Darío, hasta hacer un alto en el camino y admirar a otro de nuestros mejores poetas, para muchos el mejor, Antonio Machado y su…

Una noche de verano,
estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró
se fue acercando a su lecho,
ni siquiera me miró-
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue se rompió
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
la muerte no respondió
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

O este otro poema…

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

La cosa no da para más…

Joaquin





         
                                           

                                 


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