Huida al paraíso
A
veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se
perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre
se juntaban nuestras bocas.
Los míos murmuraban: -¡Me
provocas!
Los tuyos: -¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque
siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.
(Manuel
Ugarte)
Entre
mis libros de cabecera uno de los que más aprecio le tengo y que
guardo como oro en paño es de poesía. No es
demasiado voluminoso, anda el pobre un poco ajado y con las
tapas desgastadas por el tute que le doy. Recurro a él de vez en
cuando para reconfortar mi ánimo, sobre todo cuando éste no es
excelente; cosa que sucede según épocas y circunstancias como a
cualquiera.
El
librito de mis desvelos lleva el enunciado Tesoros de
la poesía. Y digo recurro a él porque me sirve de
bálsamo emocional para tiempos atribulados. El tomo en
cuestión recoge una recopilación de las mejores poseías en
castellano. Las mejores para su autor, por supuesto, pero he de
reseñar que éste era ni más ni menos que Rafael Alberti, que algo
de poesía sabia.
Escribir
en verso es un modo sólo apto para maestros de las letras. Sólo las
personas verdaderamente sensibles, capaces de percibir lo más
sublime que les rodea son poetas. Si además poseen un vocabulario
abundante y saben expresarlo de manera inteligible, entonces y sólo
entonces son auténticos poetas. Y es que, buscar la frase con
encanto que tenga todo el sentido, aunque sea figurado, pero dentro
de las reglas del obligado metraje poético es tarea de genios.
No
obstante, una cosa es escribir poesías y otra muy distinta admirar y
gozar con la poesía que han creado otros; sobre todo si estos han
sido los grandes poetas ya consolidados de
nuestra extensa literatura.
Estoy
seguro que a mucha gente le conmueve un bonito y turbador poema.
Desde siempre ha sido esta la manera más directa y emotiva de entrar
en el corazón de las personas. Para describir un bucólico paisaje
o un amor despechado nada mejor que contarlo en versos.
Pretendo
hoy, en este breve artículo, hacer mención de algunas de las
mejores y más sublimes poesías de nuestra lengua. Sé que no
hay espacio suficiente en este par de folios para detallar los
versos completos, pero si algunas pinceladas de ellos.
Ya
con el latín como idioma oficial del Imperio Romano, (al que
pertenecimos durante más de seiscientos años), disfrutamos de
excelsos poetas como Juvenal, Ovidio (poeta del amor), Virgilio
(el más famoso) etc. pero esa parte de la literatura apenas la
consideramos como nuestra.
Fue
al inicio de la formación de nuestras lenguas romances
como el gallego, el castellano o al catalán; todos idiomas vulgares
(lo hablaba el vulgo, es decir el pueblo en contraposición
con el clero y las clases altas que seguían utilizando el latín, más
culto) cuando comenzó nuestra verdadera literatura.
El
castellano fue el dialecto que se impuso en la mayor parte de la
península, (gracias al mayor peso militar y económico de Castilla)
por lo tanto los mejores poetas escribieron en esta lengua. De
los primeros romances completos, (además de las
llamadas, Jarchas mozárabes), tenemos el fabuloso y
extenso poema Del Mío Cid, de autor desconocido, que
describía las andanzas bélicas y amatorias de este héroe
castellano.
Pero
del poeta, con nombre y apellidos, del que primero tenemos
constancia, fue el monje riojano, Gonzalo de Berceo, allá
por el siglo XII, que escribió cosas como esta… (y que se
entienden perfectamente a pesar de estar escrito en los albores de
nuestra lengua).
Quiero
fer una prosa en román paladino,
en
cual suele el pueblo fablar a su vecino,
ca
non so tan letrado por fer otro latino:
bien
valdrá, como creo, un vaso de bon vino
Después
siguieron a lo largo de los siglos otros muchos como el
pícaro Arcipreste de Hita y su Libro del
buen amor, el Marqués de Santillana y
sus Serranillas y así hasta llegar a unos de
mis preferidos, Jorge Manrique y su
maravillosa elegía, Coplas a la muerte de su
padre, del siglo XV, ahí van unas
pinceladas…
Recuerde
el alma dormida,
avive
el seso y despierte,
contemplando,
cómo
se pasa la vida,
cómo
se viene la muerte,
tan
callando;
cuán
presto se va el placer,
cómo
después de acordado
da
dolor;
cómo
a nuestro parecer
cualquier
tiempo pasado fue mejor.
Apuesto
lo que sea, y es que aquí coinciden todos los expertos, que esta
es la mejor elegía de nuestra lengua.
Después,
saltando por encima de muchos buenos poetas, algunos injustamente
olvidados, como Boscán, Garcilaso de la
Vega etc. nos aparece por orden cronológico nuestro
insigne Fray Luis de León. De él he entresacado
estos versos…
¡Qué
descansada vida
la
del que huye del mundanal ruido
y
sigue la escondida
senda,
por donde se han ido
los
pocos sabios que en el mundo han sido!
No
hay duda que se anticipaba a las recomendaciones de psicólogos y
orientalistas de hoy en día. Nos aconsejaba ya en el siglo XVI,
sosiego y paz interior.
Unos
años después encontramos al místico San Juan de la
Cruz, del que extraigo el siguiente verso…
En
una noche oscura,
con
ansias, en amores inflamada,
¡oh
dichosa ventura!!
salí
sin ser notada
estando
ya mi casa sosegada.
Y
qué decir de Góngora…
La
más bella niña
de
nuestro lugar,
hoy
viuda y sola
y
ayer por casar,
viendo
que sus ojos
a
la guerra van,
a
su madre dice
que
escucha su mal:
“Dejadme
llorar orillas del mar”
Y
de Quevedo…
Madre,
yo al oro me humillo;
él
es mi amante y mi amado,
pues,
de puro enamorado,
de
continuo anda amarillo;
que
pues, doblón o sencillo,
hace
todo cuanto quiero,
poderoso
caballero
es
don Dinero
Y…
¿Calderón o Iriarte o Samaniego y
sus fabulas? Seguro que todos aun nos acordamos de ellos, del
colegio.
Del
siglo XIX destacamos a Espronceda y sus Con
diez cañones por banda…o a Zorrilla y su Don
Juan y ¿Campoamor? y… ¿Bécquer?. Éste
ultimo otro de mis poetas preferidos. ¿Quién no se
acuerda de…?
Mientras
haya unos ojos que reflejen
los
ojos que los miran;
mientras
responda el labio suspirando
al
labio que suspira;
mientras
sentirse puedan en un beso
dos
almas confundidas;
mientras
exista una mujer hermosa
¡habrá
poesía!
Y…
qué decir de Rosalía o Rubén Darío, hasta hacer
un alto en el camino y admirar a otro de nuestros mejores poetas,
para muchos el mejor, Antonio Machado y su…
Una
noche de verano,
estaba
abierto el balcón
y
la puerta de mi casa-
la
muerte en mi casa entró
se
fue acercando a su lecho,
ni
siquiera me miró-
con
unos dedos muy finos,
algo
muy tenue se rompió
Silenciosa
y sin mirarme,
la
muerte otra vez pasó
delante
de mí. ¿Qué has hecho?
la
muerte no respondió
Mi
niña quedó tranquila,
dolido
mi corazón.
¡Ay,
lo que la muerte ha roto
era
un hilo entre los dos!
O
este otro poema…
Y
cuando llegue el día del último viaje,
y
esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me
encontrareis a bordo ligero de equipaje,
casi
desnudo, como los hijos de la mar.
La
cosa no da para más…
Joaquin
Me encanto todo lo expresado por usted siempre lo leo.Gracias.
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