Ahora, más tranquilo y
relajado se ve feliz. Nadie pensará ya
en aquellos tiempos, o tal vez unos
pocos, los de siempre. Tiempos que solo se remontan a cuatro años atrás aunque pareciera haber pasado cuatro
siglos. Años turbulentos en los que la
tempestad mediática casi se lo se lo lleva por delante, a él y a los suyos.
Medianamente satisfecho
consigo mismo medita ahora en silencio todo lo aportado por él a la estabilidad
del inmenso barco. Barco que según algunos zozobraba hasta el punto de estar al
borde de encallar en los terribles arrecifes
de la crisis y… no eran
precisamente de coral.
A veces, en la soledad de
sus pensamientos, rememora el día en que
se hizo con el timón y comenzó su mejor y más grande aventura. Entonces, piensa…
nadie daba un duro por la consistencia de este buque insignia y le tocó a él
mantener equilibrio y el buen rumbo. Incluso gente cercana y de su misma
condición le espolearon para que abandonara y dejara a su suerte a toda la
tripulación. Si, a merced de los piratas de las finanzas y de todo tipo de
corsarios especuladores. Pero, fiel
consigo mismo y acorde con su templanza, heredada de los fieros Suevos de antaño,
perseveró y está ahora a punto de saborear las mieles del triunfo.
Solo, a ratos, en la más estricta intimidad de su
despacho, evoca una vez más aquellos desmesurados días, y ve pasar
por su mente, ahora juiciosa, los pasajes turbulentos de aquellos trágicos
acontecimientos, y es entonces cuando su pensamiento vuela irremisiblemente al
comienzo de aquella desesperanza, una vez más, cuando…
La vieja mansión hacia aguas por todas partes .La prima de riesgo, (más
feroz que nunca) abatía las desvencijadas contraventanas de la recuperación con
inusitada fuerza.
El viento del rescate rugía componiendo
macabras melodías. Allá a lo lejos, en el extremo nororiental del caserón, un
hipotético pero potente murmullo independentista contribuía al desconcierto
del abrumado casero. A
ratos, cuando la ventisca suavizaba su atronador zumbido, indignados aullidos
de lobos se unía al recital con escalofriante estrepito. Pero… más espeluznante
aun era ese ronroneo silencioso de millones de desempleadas termitas (que el pánico le hacía
creer) y que minaban y debilitaban poco a poco su febril cerebro. Más de una
vez pasó por su mente huir aprovechando las sombrías tinieblas de la noche y
refugiarse con los suyos en
su plácida y céltica morada.
Aterido de terror… en su delirio,
pertrechado y fuertemente armado de recortes e impuestos, se refugió debajo de
su vetusta cama monclovita con la
intención de resistir y aguantar hasta la aparición de las primeras luces del próximo
alba electoral.
Ahora, casi un lustro
después de aquello, sosegada ya su mente; apuntalada la estructura de la vieja mansión y vuelto él a la cordura, se dispone a cobrar
su rédito en forma de sufragios mayoritarios entre los inquilinos del… viejo caserón.
La incruenta batalla que próximamente
se dispone a librar, cree poder hacerlo templado y lúcido, nada que ver con el desastroso
Waterloo de antaño. Las armas con las
que cuenta ahora para finalizarla victorioso son decisivamente más sofisticadas
que aquellas rudimentarias de entonces. Incluso su aguerrida tropa anda
eufórica dispuesta a presentar dura contienda.
Los numerosos ojeadores, enviados allende el horizonte le traen buenas
noticias, de tal forma que todo le augura, que de no haber una victoria
aplastante en el campo de batalla, si terminará el lance en un oportuno
armisticio. Armisticio que le permita
seguir dirigiendo el buque a... serenas y placidas aguas. Y es que él piensa como el
poeta J.Gelman cuando dice… hay que aprender a resistir. Ni a irse ni a
quedarse a resistir, aunque es seguro que habrá más penas y olvido.
Joaquín Yerga
28/11/2015
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