miércoles, 17 de septiembre de 2014

La ciudad si es para mí


                                                 Dios hizo el campo, y el hombre la ciudad.
                                                                           ( W.Cowper) 


    Hace poco más de un par de semanas que regresé a Madrid, terminaron, sin indulgencia, las habituales vacaciones estivales en el pueblo, mi pueblo. Allí nací y  allí vuelvo todos los años aunque he decir que no tanto como antaño y no porque ya me guste menos  o me aburra mas sino por otras razones; quizás un poco por pereza y otro, aprovechando el tiempo libre, visitar también otras ciudades, sin olvidar claro está, unos días de playa.
    En otros tiempos, recién llegado a la capital visitaba mi lugar de nacimiento con frecuencia, varias veces a lo largo del año, la familia, los amigos y también los recuerdos me empujaban irresistiblemente al punto de partida, hoy treinta y cuatro años después se me ha moderado ese impulso.
    De la familia, con la desaparición de mis padres se rompió el lazo más fuerte de unión entre nosotros, el imán que atraía y agrupaba al resto, por suerte aun tengo la presencia y el cariño de mis hermanas. De los amigos, cada vez son más escasos y con estos, el inevitable paso del tiempo y la distancia enfriaron nuestros vínculos. Me queda por tanto eso tan subjetivo y etéreo que llamamos recuerdos, las fotografías en blanco y negro de mis vivencias  juveniles almacenadas  en ese pendrive neuronal tan sofisticado que llamamos  cerebro, esos recuerdos por fortuna siguen perennes aunque algunos ya desdibujados.
   Vivir en el pueblo tiene su encanto, la tranquilidad quizás sea lo más preciado. Allí la vida transcurre mucho más despacio que en la gran ciudad, se anda más y los medios de locomoción no son imprescindibles para el quehacer diario. Otra excelencia: se vive de manera horizontal, cosa no menor y que se agradece después de sufrir diariamente en la ciudad la servidumbre de patear escaleras o el claustrofóbico  ascensor el resto del año.
   Una de las situaciones que siempre odié de joven y que ayudó a incrementar el deseo que siempre tuve por residir  en una gran ciudad era la inevitabilidad de ser reconocido por todos. Buscaba a menudo el anonimato, nada se podía hacer sin que los vecinos lo supieran, llegar muy tarde casa, la forma de vestir, (reconozco extravagante pero propia de la época y de la edad) o dejarse el pelo largo se convertía en la comidilla del vecindario; ahora,  tres décadas y media después, no solo lo soporto sino que me apetece.
  Después de tantos años ausente empapándome de esa manera de vivir que he mencionado, como es por ejemplo pasar desapercibido entre la gran multitud de la urbe, (curioso cambio de parecer), agradezco hoy en día reconocer a la gente por la calle. Ver que convecinos  que compartieron conmigo escuela, fiestas o juegos infantiles y que aun me saludan en la calle y recuerdan mi nombre, me emociona…..cosas de los años, reconozco que  en esto de la sociabilidad he cambiado bastante, afortunadamente, creo.
  A pesar de mi genuina disposición para la vida en la ciudad aprecio los muchos parabienes que nos brindan las poblaciones no tan grandes al menos durante un par de meses al año. Alterar los hábitos diarios tras once meses de rutina es muy saludable; mis gustos y esperanzas las tengo puestas en que en un futuro no muy lejano poder alternar meses en Madrid y en el pueblo. Los meses cálidos, por lo ya comentado y por otras muchas  razones me apetece vivir en el pueblo, las calles accesibles y serenas, el ambiente nocturno fresco y distendido, el cielo estrellado  y una residencia espaciosa, idónea para practicar con tiempo ilimitado y espíritu relajado cualquier sacrificio que uno se proponga con el bricolaje, son propicios para ello.
   Sin embargo también he de indicar que durante los largos y desapacibles inviernos el pueblo se torna duro y áspero, lo que en el estío me parece acogedor y placentero, en invierno, tedioso y aburrido. Por esto y reconociendo aunque un poco tarde las bondades que nos ofrecen los pueblos en ciertas temporadas, soy más urbanita que otra cosa, la ciudad , sobre todo si esta es muy grande me ofrece muchas más oportunidades de ocio y diversión, y para mí,  a mis años y en mi situación, es tema capital. Cuando uno ha rebasado ya cierta edad, con los hijos emancipados y con mucho tiempo libre busca algo más que, impertérrito, contemplar  el transcurrir del tiempo. La ciudad nos pone a su alcance multitud de tentaciones de toda índole, teatros, cines, museos y múltiples acontecimientos. Ejemplos pongo:
   A veces, pasar una tarde de sábado extasiándose con una buena comedia en cualquiera de las más de veinticinco salas de teatros de Madrid, otras pasear contemplando los incalculables y soberbios edificios o palacios que jalonan las históricas calles del centro, también aprovechar el privilegio de mirar piezas únicas en alguno de los muchos museos nacionales como La Dama de Elche en el Arqueológico, Las Meninas en el Prado o cualquiera de los cuadros del Thyssen, o porqué no, darse el gustazo de presenciar en directo alguno de los…. “muchos partidos del siglo” que se juegan cada año, en cualquiera de los dos campos de futbol más históricos e importantes del país, todo esto está al alcance de los que tenemos la suerte de vivir dentro de una gran zona metropolitana como es Madrid.
   Por estos… amenos argumentos  los que tenemos la suerte de vivir en Madrid pero a la vez  el privilegio de haber nacido en un pueblo tenemos doble motivo  para estar de suerte. Antes, hace años proceder de una zona rural y venir a trabajar a la ciudad era razón para la mofa  o el menosprecio por parte de los nativos de la capital (aunque  estos eran pocos)  por asuntos que todos conocemos, hoy en día cualquier zona del país esta tan avanzada o atrasada como las ciudades, apenas hay cambios perceptibles entre ambas bien sea en las vanguardias de las modas, en las tecnologías de la comunicación o en las costumbres, hasta en el uso del lenguaje apenas hay diferencias.
   Una de las consecuencias de la globalización a nivel nacional es la uniformidad en todos los aspectos en la vida de todos los españoles. Vayamos a Olot (Gerona), el Ejido (Almería) Zafra (Badajoz)  Zamora, Madrid o Sevilla  en todas ellas encontramos la misma disposición de todo lo básico, me explico, todas tienen un pequeño o grande casco históric con sus bares y tabernas y una calle principal peatonal con las consabidas tiendas de Zara , Blanco,H&M  y Mango., en las afueras un centro comercial con sus minicines y su zona de restauración en donde podemos comer una hamburguesa de McDonald’s o un par de diminutos bocadillos en los “100 Montaditos”, y lo que es espectacular para la vertebración del país cualquier pueblo de España por pequeño que sea , salvo raras excepciones, tienen a poco más de veinte minutos todas estas…excelencias. Y no quiero pasar por alto los efectos de las nuevas tecnologías en la homogeneidad de toda la población como son las  televisiones interactivas, internet, teléfonos móviles etc. que nos iguala a todos en oportunidades y también, por qué no, nos crean nuevas servidumbres.
                                                                                                                        

                                                                                              Joaquín Yerga                   
                                                                                                  17/09/2014

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