sábado, 26 de julio de 2014

Un mundo convulso

                                                                       


 Soy un hombre. En consecuencia, todos
                                                                          los diablos residen en mi corazón.
                                                                                                     (G.K. Chesterton)
                                           

Cualquiera pensaría viendo o escuchando a los medios informativos  que pasan más cosas terribles ahora, en el mundo, que nunca: tragedias aéreas, guerras crueles como la sempiterna y recurrente Palestino-Israelí o la de nuevo cuño en Ucrania, amén de otras desgracias, sin obviar las de carácter natural. Pues me atrevo a asegurar que no es verdad, el mundo no se ha vuelto peor ni loco de repente, por lo menos más que en otras épocas.
   De las novedades que el mundo nos está ofreciendo constantemente quizás la de la inmediatez en conocer  lo que ocurre en cualquier parte y a cualquier hora me sorprende y seduce más. Los medios tecnológicos que disponemos actualmente y los que aparecerán en breve nos llevan a conocer situaciones o hechos acaecidos en alguna parte del globo en breves minutos, y es más, a tiempo real; eso es lo que sucede hoy en día y por eso la percepción de lo caótico.
   Jamás, en la mayor parte de la tierra, se han dado tantos años acumulados de paz y prosperidad como los que llevábamos ininterrumpidamente  desde hace más de cincuenta, salvo algunas desgraciadas excepciones. Si exceptuamos las dos grandes guerras mundiales que fueron globales, únicas en su dimensión territorial y en devastación, en cualquier zona del globo se desarrollaba algún conflicto o guerras soterradas entre vecinos, o no, y por cualquier zarandaja y lo que es más grave, las atrocidades que se practicaban por parte de los contendientes eran terribles, eso sí, el mundo no se enteraba; ahora para lo bueno y también para lo malo lo sabemos todo. Durante la cena o la comida en familia, en el calor de nuestro hogar, en los telediarios, se nos muestran casi a diario lo peor del ser humano en las diferentes partes del mundo.
  La gran diferencia de nuestro tiempo con respecto a lo que pasaba hace unas cuantas décadas es que ahora sabemos y conocemos  todo de cualquier país o territorio por lejano y atrasado que esté. Sabemos con más o menos exactitud los millones o de personas que pasan hambre en el mundo y si esta avanza o retrocede. Cualquier accidente o atentado terrorista cometido en China o en Rusia, en cinco minutos es trending topic en todos los móviles del mundo accesibles a  miles de millones de usuarios de toda edad y condición. Hace tan solo unas cuantas décadas  apenas teníamos información de lo que  ocurría allende nuestras fronteras, tan solo si eran muy graves y después de días de producirse la noticia.
  Todos estos adelantos, qué duda cabe, son positivos para la civilización pero a veces también por exceso de uso se revuelve en contra de esta, ejemplo de ello es la familiaridad con que contemplamos imágenes desagradables casi a diario, personas despedazadas en accidentes o atentados, niños escuálidos y hambrientos con moscas revoloteando su cuerpo desnutrido en países africanos  o guerras en directo con el corresponsal de la cadena de televisión de turno, micrófono en mano, entrevistando al combatiente, mientras cae destrozado por una bomba o una bala un compañero justo al lado. Con esta explotación de la imagen puede llegar el día en que no nos conmovamos por tragedias como las relatadas arriba.
  Aun así soy optimista y pienso que el mundo, a pesar de todo, es mejor que nunca incluso con todo lo malo que aun acurre. La mayoría de países ricos y democráticos,  y cada vez son más, aportan una parte de su PIB  para ayuda de los que están en vía de desarrollo, esto no pasaba antes. Empresas y personas opulentas (Bill Gates, Warren Buffet, etc.) han creado asociaciones de ayudas a países del tercer mundo, donando de sus fortunas personales inmensas cantidades de dinero para conseguir que vacunas contra el sida o la malaria, por ejemplo lleguen a estos depauperados lugares y toda la población  tenga acceso a sus bondades.
  Hoy en día, también en el mundo hay corporaciones de países (avanzados y respetuosos con los derechos del hombre)  supervisores del mantenimiento de la decencia humana. Cuando dictaduras, organizaciones  políticas  o revolucionarias se extralimitan en sus funciones y masacran a parte de la población indefensa por  motivos de cualquier índole, estas asambleas de países, bien sea dentro de la ONU  o de la Corte de Justicia Internacional son capaces de juzgar y castigar a los infractores con lo que obligan a futuros violadores de leyes universales a cuidarse muy mucho de saltárselas a la torera.
  El mundo queramos o no esta globalizado, ya es un pañuelo y cada vez menos gente puede actuar al margen de lo comúnmente establecido sin ser reprendido por ello. Es verdad que no todo está hecho aún hay mucho que mejorar, todavía hay gente que actúa con malas artes y con la escusa de la religión, el nacionalismo o el acopio desmesurado materias primas  masacran a compatriotas o vecinos sin reparo, pero vamos por buen camino.
  Hay países punteros en donde la civilización alcanza cotas inigualables. El respeto a las leyes, a la voluntad del pueblo y a los derechos humanos encuadra su forma de vida. Aquí se respetan todas las opciones sexuales y religiosas, cada sujeto es libre de pensar y actuar como prefiera, el único límite es la libertad del prójimo. Hay también libertad absoluta de prensa y transparencia en la forma de gobernar; los ciudadanos de estos, cada vez más, privilegiados países tienen los derechos básicos cubiertos y se pudiera decir que están razonablemente satisfechos. Estas naciones serán imitadas tarde o temprano por el resto de la humanidad, así ha sido siempre y lo seguirá siendo.
  Hoy, que sabemos que somos una pequeña mota en la inmensidad del universo, que estamos aquí de paso y ese paso es breve, tendrá que llegar el día en que la mayoría de la gente comprenda que no merece la pena pasar la corta vida de la que disponemos peleando o exterminando a nuestro semejante, hay cosas más importantes e interesantes a lo que dedicar la existencia, sobre todo mas éticas.
                                                                                                   Joaquín Yerga Sánchez
                                                                                                                26/07/2014

                                                                                                                                                                                   

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