miércoles, 15 de mayo de 2024

Aquella mujer tan extraña

                                                           



Era muy tarde cuando salimos del bar. Le di a mi amigo un abrazo de despedida y lo perdí de vista por entre las sombras de la madrugada; me quedé solo. De repente se me acerca una mujer. Nunca supe de donde salió, pero sí recuerdo sus palabras:

--Sígueme---Me ordenó tajante

Extrañado, le hago las preguntas lógicas:

--¿Quién eres? ¿Qué quieres?..

No dice nada. Durante un rato permanece callada; luego vuelve a ordenarme:

--¡Te atreves a acompañarme o no!

--Claro---Respondí salivando de placer; era joven y muy hermosa.

Comenzamos a caminar. Siento apoyada en mi brazo su mano helada.

--¿Tienes frío? ¡Estás gélida!---Le digo intentando abrazarla

Ella se deshace del lazo a medio hacer y calla. Deambulamos por callejuelas casi en penumbras. Llegamos a la calle Olmo y me invita a entrar en la vieja ermita del Cristo. Las puertas estaban abiertas, inexplicablemente, y en medio de la pequeña nave, ¡Dios mío!, en medio de la nave observo un catafalco cubierto con paños negros, y sobre él un ATAÚD VACÍO..

Me pongo nervioso. Empiezo a pensar cosas raras de mi compañera de aventuras y trato de despedirme. Ella me sujeta con sus manos y me impone silencio. Se echa hacia atrás el pelo que le cubría la cara. La miro, es preciosa pero extremadamente pálida. De repente me da un beso en la boca. Después me susurra al oído:

--¡Chissst, no se lo digas a nadie, me pusieron ahí esta mañana!---Y me señaló el catafalco y el ataúd; luego me dijo adiós y desapareció.

Salí del templo desconcertado y con el sabor metálico del beso todavía en mis labios. Vago, solo, por las calles del pueblo estremecido de frío y de horror... Horas más tarde vuelvo a la ermita. No sé, algo inexplicable me empujaba hacerlo. En el interior permanece el catafalco con el ataúd y una corona de rosas blancas que antes no tenía. Temeroso, pero curioso a la vez me acercó al féretro que mantenía abierta la tapa superior, y la veo dentro.. ¡Dios mío, era ella! ¡¡La chica del beso, MUERTA!!..

Salí aterrorizado de la ermita; huyo del lugar como alma que lleva el diablo... En mi huida tropiezo con una vieja enlutada que entraba en ese momento. Le pregunto qué se celebra.

---Los funerales de una chica forastera, recién llegada al pueblo ¿La conocía usted?---Me dice la anciana. 

Esa misma tarde, a última hora, volví a pasar por la calle Olmo; todo estaba intacto, como si nada hubiera ocurrido. La ermita cerrada y la ventana que da a la nave central abierta. Miro a través de ella: nada, la soledad más absoluta se había adueñado del pequeño templo, como siempre.. Por cierto, jamás le he contado a nadie este episodio de mi vida, lo hago ahora por el tiempo transcurrido y por el fallecimiento ya de las personas interesadas.

La chica murió realmente. En el cementerio viejo está enterrada.. 

Joaquín          

                                                                         

                                         Entrada a la ermita del Santo Cristo
                             

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