¿Dónde volaron, ¡ay! aquellas horas
de juventud, de amor y de aventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh, cuán suave resonó en mi oído
el bullicio del mundo y su ruido!.
Los años de la ilusión pasaron,
las dulces esperanzas que trajeron
con sus blancos ensueños se llevaron,
y el porvenir de oscuridad vistieron.
--Espronceda--
Vosotras no la conocisteis; era bellísima.. Desde que murió su esposo sólo su casa y hacienda le absorbía el tiempo. Nada quería saber de flirteos amorosos ni de nuevos maridos..
Aún era muy joven cuando se quedó viuda. Su marido había muerto de una insolación en sus campos de trigo. Ella lo quiso mucho, ¡Oh, si lo quiso de veras! y le lloró amargamente. Luego le guardó todo el respeto del mundo...
Pero su pueblo, el judío, estaba sufriendo horrores. Nabucodonosor, ese rey de Babilonia poderoso y sanguinario, en pleno éxtasis de su poder a punto estaba de subyugar a sus compatriotas..
Y Judith no era inmune a ese padecimiento. Ella veía cómo su pueblo desesperaba ya casi vencido de cansancio, hambre y sed mientras los babilonios los mantenían sitiados. Así que cuando le propusieron un plan para salvarlos no lo pensó dos veces..
Tuvo que hacer de tripas corazón y mancillar su cuerpo, pero no quedaba otra.. Se despojó de los oscuros hábitos, se maquilló la cara, se perfumó y se ajustó un vestido coqueto que realzaba su maravilloso cuerpo. Luego se introdujo a través de un pasadizo secreto en el cuartel de los sitiadores.
Engatusó con su belleza al mismísimo general Holofernes, jefe supremo de las tropas enemigas, que quedó prendado de ella. Enseguida quiso hacerle el amor.. Bebieron y se acostaron. Judith aprovechó para hacerle beber más de la cuenta.. El general quedó borracho y dormido como un bendito.. momento que aprovechó ella para que, con una sangre fría de espanto, cortarle la cabeza de un tajo..
A la mañana siguiente cuando los babilonios se enteraron de la decapitación de su jefe, acojonados pusieron pies en polvorosa; ¡huyeron despavoridos!..
Con el cabezón aún sangrante de Holofernes en la mano, Judith fue recibida como una heroína por su pueblo, que quedó así liberado de aquellos enemigos terribles. Eso sí, el precio que tuvo que pagar fue denigrante. Esperaba que su marido allá arriba lo entendiera..
Y, fijaos, Judith vivió hasta los 105 años y, a pesar de que tuvo muchos pretendientes, permaneció viuda y célibe toda su vida. Otra cosa es lo que hiciera de puertas adentro, que eso, amigas, nunca lo sabremos..
Joaquín Yerga
Judith con la cabeza sangrante de Holofernes en su mano