jueves, 23 de junio de 2016

En la cuerda floja..




No voy a correr detrás de ti.
Y mucho menos huir de ti.
Estoy aquí, en el mismo lugar.
Tú ya sabes el camino…

La que te voy a contar, amiga, es una historia extraña. Sé que apenas la creerás por su inverosimilitud. Incluso pensarás que fue un mal sueño, una fantasía mía sin pies ni cabeza, sin embargo te puedo dar fe de su autenticidad..
Mira, no es un cuento al uso inventado para entretener a nadie, sino real como la vida misma. Me ocurrió a mí personalmente durante un cierto intervalo de tiempo y, créeme, ahora sé que le pudiera pasar a cualquiera en algún momento delicado de su vida.
Todo empezó en Sevilla, ciudad a la que me desplacé un día a realizar unas compras.. Después de aquello, ¡te lo juro!, no volví a ser el mismo, me transformé en otra persona, ¿más sensible? pues tal vez, pero también más desconfiado...
Recuerdo que cuando vi por primera vez a aquella mujer me impactaron sus largos y negrísimos cabellos. ¡Oh, qué mujer!. Fue en un centro comercial de la Estación de Armas, no muy lejos del puente de Triana, mientras esperaba al autobús que me trajera de regreso al pueblo..
Había entrado en el local con la intención de hacer tiempo. Pero un momento antes acababa de recibir un gran susto al cruzar la Avenida de Colón por un “paso de cebra” bien señalizado. Un vehículo, apurando su conductor la luz naranja del semáforo que se extinguía, dio un último acelerón y casi, me atropella. En un principio deseché cualquier conexión con aquella hermosa mujer. Luego verás que no.. 
Iba vestida con un pantalón negro muy ajustado. Se cubría el torso con un jersey de punto fino también negro, y tan ceñido que permitía a todo aquel que la miraba imaginar sus enhiestos pechos. Era una mujer tremendamente atractiva; la más bella que jamás vi..
Además del pelo y de su espléndida figura me impactaron sus enormes ojos negros, y sobre todo la mirada comprometedora que me dirigió. Llevaba una gran bolsa publicitaria de una tienda de moda asida de la mano. Pero aquel día no le di más importancia que la meramente casual..
Cuando poco despues volví a verla ¿casualidad? coincidió con otro incidente que sufrí. Una noche sentí un repentino y desagradable un dolor en el pecho y, aunque me asusté mucho pasó pronto y no le di más importancia. Ocurrió un sábado por la noche, un par de meses más tarde en una sala de cine de Mérida
Al salir del local distraído y comentando el pequeño percance con mi acompañante, tropiezo con una mujer, alzo la vista y la contemplo de cerca  ¡Era ella...! ..los mismos cabellos, los mismos ojos negros y la misma nariz afilada, perfecta... La miré, me miró, y puedo jurar que ambos nos reconocimos. Creí ver en su mirada un guiño de complicidad que no supe cómo calificar. Reconozco que desde lo de en Sevilla no había conseguido olvidarla..
Llevaba esa noche un liviano vestido oscuro de verano dotado de un generoso escote.. Contrastaba con su piel extremadamente blanca a pesar de lo avanzado de la primavera. Todo hacía de ella una mujer increíblemente bella y sugerente, pero enigmática y misteriosa a la vez. 
A partir de ésta segunda vez anidó en mi corazón un cierto temor desconocido hasta entonces. Algo oculto y extraño emanaba de su figura, ¿tenebroso? quizás pero a mí me cautivaba. Ésta vez no iba sola, le acompañaba un hombre joven, de unos cuarenta años y bien vestido; podría pasar por un alto y ajetreado negociante de cualquier empresa. Me impresionó de él la lividez de su cara y lo ausente de su semblante. Lo llevaba ella sujeto por el brazo.. Él parecía seguirla de manera inevitable. No le dije nada, no me atreví..
Y volví a verla, sí,  y te juro por Dios que me dio un vuelco el corazón al reconocerla.. Fue en un bar de la plaza de España de Zafra donde, como tú sabes, algunos viernes por la noche después de hacer la compra me gusta tomar unas cervezas antes de volver al pueblo. Estaba sola, sentada en una mesa frente a mi. Yo estaba en la barra. Lucía el mismo aspecto de siempre, majestuosa y lúgubre..
Sus ojos buscaron los míos. Con la intensidad de su mirada parecía sugerirme que me acercara, que fuera hacia ella, que me estaba esperando... Temeroso me resistí por unos instantes, a pesar de que algo irreprimible me empujaba hacia ella.
Yo había terminado mi cerveza y también estaba solo. Pagué la cuenta y giré la cabeza para coger mi chaqueta. Con ella en la mano intenté acercarme  con la intención de hablarle, me apasionaba aquella mujer, también la temía, y aun no sabía por qué...
Cuando quise llegar a donde estaba ella había desaparecido. ¡Su mesa estaba vacía!.. Contrariado le pregunté al camarero que si había visto salir a la hermosa mujer que hacía un rato ocupaba aquella mesa. Y con estupor le oí decir...
 -Señor, aquí no ha estado nadie. Ésta mesa está reservada para cenar todas las noches y desde hace unas semanas. La reserva una mujer que nunca se ha presentado. Eso sí, inexplicablemente antes del cierre aparece un cheque con el importe de la cena encima de la mesa.
Imagínate, amiga, salí del local aturdido por el impacto del incidente y haciéndome mil preguntas acerca de mi salud mental. Era ya noche cerrada  y apenas había nadie por la zona...
Caminaba hacia la calle de atrás en busca de mi coche cuando, ¡de pronto recibo un fuerte golpe en la cabeza que me hizo caer y rodar por la acera!  Perdí el conocimiento, no volví a sentir nada más... hasta que…
En el hospital de Zafra donde me llevaron y en la cama donde convalecía de la herida en la cabeza que me hizo un atracador, lo supe.. Sí, amiga pensarás que estoy loco o chiflado, pero un gran infortunio me corteja; una fatalidad ronda mis pasos. Ésa mujer, bella y seductora, pero diabólica, no busca mi amor, no, yo creo que es ¡¡LA MUERTE!!  Cada vez que me encuentro con ella algo grave me va a suceder
¿Premonición? ¿Mal presagio?, llámalo como quieras.. De momento ha prevalecido mi buena estrella. Han sido tres veces, tres, las que he tropezado con ella, y en todas bordeé peligrosamente el vacío. Pero, óyeme, aún te puedo contar esta historia con cierta serenidad, pues he salido airoso de todos sus encuentros. 
Sí, amiga, ahora soy consciente de mi fragilidad. Sin embargo me produce cierta quietud el hecho de haber pasado ya mucho tiempo sin saber nada de ella.. Aún así, ¡lo sé!, ¡todo es una locura!..
Ésta es mi historia. No sé cómo la verás tú ni qué pensarás de mi, pero te aseguro que fue como te la cuento.. Sólo espero que haya sido una mala racha, nada más..
Joaquín


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