No voy a correr
detrás de ti.
Y mucho menos huir
de ti.
Estoy aquí, en el
mismo lugar.
Tú ya sabes el
camino…
La que te voy a contar, amiga, es una historia extraña. Sé que apenas la
creerás por su inverosimilitud. Incluso pensarás que fue un mal
sueño, una fantasía mía sin pies ni cabeza, sin embargo te puedo dar fe de su autenticidad..
Mira, no es un cuento al
uso inventado para entretener a nadie, sino real como la
vida misma. Me ocurrió a mí personalmente durante un cierto intervalo
de tiempo y, créeme, ahora sé
que le pudiera pasar a cualquiera en algún momento delicado de su vida.
Todo empezó en Sevilla, ciudad a la que me desplacé un
día a realizar unas compras.. Después de aquello, ¡te lo juro!, no volví a ser el mismo,
me transformé en otra persona, ¿más sensible? pues tal vez, pero también
más desconfiado...
Recuerdo que cuando vi por primera vez a aquella mujer me impactaron sus largos y negrísimos cabellos. ¡Oh, qué mujer!. Fue en un centro
comercial de la Estación de Armas, no muy lejos del puente de Triana, mientras esperaba al autobús que me
trajera de regreso al pueblo..
Había entrado en el local
con la intención de hacer tiempo. Pero un momento antes acababa de recibir un gran susto al
cruzar la Avenida de Colón por un “paso de cebra” bien
señalizado. Un vehículo, apurando su conductor la luz naranja del
semáforo que se extinguía, dio un último acelerón y casi, me
atropella. En un principio deseché cualquier conexión con aquella hermosa mujer. Luego verás que no..
Iba vestida con un pantalón negro muy ajustado. Se cubría el torso con un jersey de punto fino también
negro, y tan ceñido que permitía a todo aquel que la miraba
imaginar sus enhiestos pechos. Era una mujer tremendamente atractiva; la más bella que jamás vi..
Además del pelo y de
su espléndida figura me impactaron sus enormes
ojos negros, y sobre todo la mirada comprometedora que me
dirigió. Llevaba una gran bolsa publicitaria de una
tienda de moda asida de la mano. Pero aquel día no le di más
importancia que la meramente casual..
Cuando poco despues volví a verla
¿casualidad? coincidió con otro incidente que sufrí. Una noche
sentí un repentino y desagradable un dolor en el
pecho y, aunque me asusté mucho pasó pronto y no le di más importancia. Ocurrió un sábado por la noche, un par de meses más tarde en una sala de cine de Mérida.
Al
salir del local distraído y comentando el pequeño percance con
mi acompañante, tropiezo con una mujer, alzo la vista y la contemplo de cerca ¡Era ella...! ..los mismos cabellos, los
mismos ojos negros y la misma nariz afilada, perfecta...
La miré, me miró, y puedo jurar que ambos nos reconocimos. Creí
ver en su mirada un guiño de complicidad que no supe cómo
calificar. Reconozco que desde lo de en Sevilla no había conseguido olvidarla..
Llevaba esa noche un
liviano vestido oscuro de verano dotado de un generoso escote.. Contrastaba con su piel extremadamente blanca a
pesar de lo avanzado de la primavera. Todo hacía de ella una
mujer increíblemente bella y sugerente, pero enigmática y
misteriosa a la vez.
A partir de ésta segunda vez anidó en mi corazón un cierto temor desconocido
hasta entonces. Algo oculto y extraño emanaba de su figura, ¿tenebroso? quizás pero a mí me cautivaba. Ésta vez no iba
sola, le acompañaba un hombre joven, de unos cuarenta años y
bien vestido; podría pasar por un alto y ajetreado negociante de
cualquier empresa. Me impresionó de él la lividez de su cara y
lo ausente de su semblante. Lo llevaba ella sujeto por el brazo.. Él parecía seguirla de manera inevitable. No le dije nada, no me atreví..
Y volví a verla, sí, y te juro por Dios que
me dio un vuelco el corazón al reconocerla.. Fue en un bar de la plaza de España de Zafra donde, como tú sabes, algunos viernes por
la noche después de hacer la compra me gusta tomar unas cervezas
antes de volver al pueblo. Estaba sola, sentada en una mesa frente a
mi. Yo estaba en la barra. Lucía el mismo aspecto de siempre,
majestuosa y lúgubre..
Sus ojos buscaron los míos. Con la intensidad de su mirada parecía
sugerirme que me acercara, que fuera hacia ella, que me estaba
esperando... Temeroso me resistí por unos instantes, a pesar de
que algo irreprimible me empujaba hacia ella.
Yo había terminado
mi cerveza y también estaba solo. Pagué la cuenta y giré la cabeza para coger mi chaqueta. Con ella en la mano intenté acercarme con la intención de hablarle, me
apasionaba aquella mujer, también la temía, y aun no sabía por
qué...
Cuando quise llegar a
donde estaba ella había desaparecido. ¡Su mesa estaba
vacía!.. Contrariado le pregunté al camarero que si había
visto salir a la hermosa mujer que hacía un rato ocupaba aquella
mesa. Y con estupor le oí decir...
-Señor,
aquí no ha estado nadie. Ésta mesa está reservada para cenar todas
las noches y desde hace unas semanas. La reserva una mujer que nunca
se ha presentado. Eso sí, inexplicablemente antes del cierre aparece
un cheque con el importe de la cena encima de la mesa.
Imagínate, amiga, salí del local
aturdido por el impacto del incidente y haciéndome mil preguntas
acerca de mi salud mental. Era ya noche cerrada y apenas había
nadie por la zona...
Caminaba hacia la
calle de atrás en busca de mi coche cuando, ¡de pronto recibo un
fuerte golpe en la cabeza que me hizo caer y rodar por la acera! Perdí el conocimiento, no volví a sentir
nada más... hasta que…
En el
hospital de Zafra donde me llevaron y en la cama donde convalecía de
la herida en la cabeza que me hizo un atracador, lo supe.. Sí, amiga pensarás que estoy loco o chiflado, pero un gran infortunio me corteja; una fatalidad ronda mis
pasos. Ésa mujer, bella y seductora, pero diabólica, no busca mi amor, no, yo creo que es ¡¡LA
MUERTE!! Cada vez que me encuentro con ella algo
grave me va a suceder
¿Premonición? ¿Mal
presagio?, llámalo como quieras.. De momento ha prevalecido mi buena estrella. Han sido tres
veces, tres, las que he tropezado con ella, y en todas
bordeé peligrosamente el vacío. Pero, óyeme, aún te puedo
contar esta historia con cierta serenidad, pues he salido airoso de todos sus encuentros.
Sí, amiga, ahora soy consciente
de mi fragilidad. Sin embargo me produce cierta quietud el hecho de haber pasado ya mucho tiempo sin saber nada de ella.. Aún
así, ¡lo sé!, ¡todo es una locura!..
Ésta es mi historia. No sé cómo la verás tú ni qué pensarás de mi, pero te aseguro que fue como te la cuento.. Sólo espero que haya sido una mala racha, nada más..
Joaquín
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