miércoles, 29 de junio de 2016

Perdido en su memoria




Bien venga, cuando viniere,
la Muerte: su helada mano
bendeciré si me hiere…
He de morir como muere
un caballero cristiano.
Humilde, sin murmurar,
¡oh Muerte!, me he de inclinar
cuando tu golpe me venza;
… ¡pero déjame besar
mientras expiro, su trenza!
¡La trenza que le corté
y que, piado, guardé
(impregnada todavía
del sudor de su agonía)
¡la tarde en que se me fue!
Su noble trenza de oro:
amuleto ante quien oro,
ídolo de locas preces,
empapado por mi lloro
tantas veces…, tantas veces…
Deja que, muriendo, pueda
acariciar esa seda
en que vive aún su dolor.
… ¡Es que todo lo que me queda
del aquel infinito amor!
Cristo me ha de perdonar
mi locura, al recordar
otra trenza, en nardo llena,
con que se dejó enjugar
los pies por la Magdalena… 
Con tu desaparición
es tal mi estupefacción,
mi pasmo, que a veces creo
que ha sido un escamoteo,
una burla, una ilusión;
que tal vez sueño despierto
que muy pronto te veré,
y que dirás: “¡No es cierto,
vida mía, no he muerto;
ya no llores…, bésame!”. 
--Amado Nervo--

Algunos de los que lean esta historia pensaran de entrada, no es posible que a éste buen hombre le ocurran estas cosas y todas desagradables. Es cierto, reconozco que el asunto es un poco sorprendente, o no, según se mire.
Ciertamente éste no es un cuento de terror para distraer a cordiales lectores. Tampoco algo tan transcendental como para llegar a alterar gravemente la vida de un hombre, pero si real y tan humanamente importante como para complicarle una jornada que prometía ser moderadamente feliz.
Lo que detallo a continuación me pasó a mí personalmente, créanselo, pero le podía haber pasado a cualquiera..
A veces se encadenan una serie de circunstancias menores que luego, todas juntas, derivan en un gran disgusto para cualquier persona en un momento determinado. Y justamente eso fue lo que me pasó.Quiero contarselo tal cual ocurrió para no perder ni una gota de realismo de ésta, ya de por sí surrealista historia. Así se desarrollaron los hechos...
Bajé al garaje un poco aturdido. Ése día no encontré a nadie en el ascensor a pesar de ser una hora en la que es habitual ver gente. Pero me alegré, porque no suele apetecerme demasiado saludar tan temprano. Vivo con mi mujer en un coqueto apartamento de alquiler en las afueras. Se compone de dos habitaciones, muy soleado y con una plaza de garaje bien amplia en donde meto mi Audi sin ningún esfuerzo. El apartamento pertenece a una gran urbanización con aparcamientos comunes y vigilancia veinticuatro horas, con lo que disfrutamos de suficiente tranquilidad e independencia. Sin duda ése fue uno de los motivos de irnos a vivir allí..
--La noche anterior al día en el que ocurrieron los hechos no debí dormir bien. --siguió diciéndome mi amigo. --Supongo que el calor (era mitad de julio) y la hora tardía de acostarme tuvieron mucho que ver. --Llegué al parking, en el sótano y, confiado, me dirigí como de costumbre a por mi auto. No queda muy lejos de la entrada así que caminé los pasos necesarios para acercame a él..
Absorto en mis pensamientos, un poco antes de llegar al vehículo accioné la llave de apertura de puertas para ganar tiempo esperando oír el cliqueo del mecanismo de seguridad, pero, ésa mañana, ¡Demonios!. No escuché su sonido característico. Alcé la vista y miré con incredulidad hacia mi plaza¡No estaba mi Audi! ¡Había desaparecido!! Durante unos segundos quedé perplejo, sin reaccionar, parado justo donde debería estar mi coche.. Miré a mí alrededor por si me había equivocado de sitio o de planta, pero, ¡Qué va!. Cada una de las plazas tenía su número anotado en el suelo, y el mío era ése, no había dudas..
Dejé pasar un tiempo intentando coordinar ideas ---A ver si he tenido un despiste, no sería la primera vez.--pensé --No tardé mucho en darme cuenta que la cosa iba en serio, ¡me lo habían robado!. Recordé de repente que se rumoreaba hacía unos meses que habían desvalijado maleteros de vehículos  y trasteros. ¡Dios mío, han debido volver..! --Suspiré casi en voz alta.
Indeciso, sin saber que hacer ni por donde tirar me acordé de mi mujer. La llamé y le conté indignado lo ocurrido. Me sugirió que lo hablara en la portería y que después llamara al seguro. Y eso hice, en unos minutos puse al corriente al portero de lo sucedido.
Debido al disgusto quizás me excedí con él. Le reproché de malas maneras su desidia en la vigilancia del aparcamiento. El hombre se defendió como pudo y me advirtió que no era culpa suya que posiblemente habían hecho un duplicado del mando a distancia de la puerta y se “colaban” en el recinto a su antojo. Aludía a alguna banda de delincuentes extranjeros de las muchas que pululaban últimamente por la ciudad. La discusión había ido subiendo de tono y tan mal acabó la cosa que amenazó con denunciarme por mis malos modos y acusarle sin motivo...
Abandoné la portería contrariado y me dirigí a la comisaría de policía de la zona que no estaba lejos a denunciar el robo. Para esa gestión, digamos simple, perdí un par de horas pues había gente tramitando otros tipos de historias y los guardias estaban más bien espesos. Eran ya las doce de la mañana de ése penoso día, (lunes para más escarnio) cuando salí a la calle después de la odisea de la denuncia. Cogí un taxi y le indique al conductor la dirección de mi oficina. --Mientras me contaba mi amigo ésta última aventura noté, incluso, cómo se ruborizaba de indignación aun días después de haber sucedido.
--Una vez en en la oficina y con toda la tensión acumulada, evidentemente no era el mejor día para hacer amigos; cualquier cosa podía pasar.--prosiguió mi amigo-- A mi jefe a punto estuve de soltarle una fresca (por decirlo suave) cuando me reprochó llegar tarde. A González, el pelota del departamento, si le mandé directamente a la M…. Ganas tenia de hacerlo y no encontraba la ocasión. Mira por donde vino con bromitas de mal gusto, y precisamente ese día..
Al caer la noche y de vuelta ya en casa sólo me restaba darle algún tipo de explicación comprensible a mi mujer. Se apiadó de mí e intentó apaciguar mi inquietud, pero al saber que el seguro no cubría el supuesto de robo me recordó mi habitual dejadez además de distinguirme con unas cuantas “lindezas” de las suyas. Acabamos enfadados...
Después de cenar, sin ganas todo hay que decirlo, sonó el teléfono de casa, era la policía municipal. ¡Eureka, habían encontrado mi coche!!. Lo que sucedió a continuación (durante las oportunas explicaciones de los municipales con risitas incluidas) fue una de las situaciones de las que menos orgulloso estaré mientras viva.. Resulta que el Audi estaba aparcado en mi calle, justo enfrente de mi casa. La tarde anterior al día de autos, (domingo) dejé el coche casi en la puerta porque pensaba cogerlo enseguida para ir al centro comercial. Eso apalabré con mi mujer, solo que luego y por circunstancias inconfesables terminamos la tarde viendo una peli en la tele y no salimos más de casa. En mi descargo he de confesar que habitualmente dejo el coche en el garaje. Ése día fue una excepción que se complicó con el calor, la mala noche pasada, y mi habitual despiste. Ni que decir tiene que parte del martes lo dediqué a pedir disculpas, retirar la denuncia por robo, congraciarme con mi señora etc… Eso sí, de lo único que no me arrepiento es del exabrupto a González (el pelota)…
Realmente ésta historia más que increíble suena a bastante habitual ¿Quién no ha sufrido alguna vez en sus carnes algún despiste de este calibre? A mi amigo lo intenté consolar después de contarme la historia. Y le hice ver, además, que nadie está libre de estos desagradables contratiempos. Es más, le sugerí también y como moraleja con final feliz, que ésta historia sirviera para que seamos indulgentes con los despistados, que haberlos haylos, y muchos. Y de paso recordáramos que de inoportunos hechos como ésta nadie estará exento, jamás..O no..

                                         Joaquín 

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