Un asesino anda suelto
Somos
engañados por la apariencia de la verdad.
Horacio
El
presunto asesinato ocurrió sobre las 8.15 horas de la
mañana. Alguien llamó a los 091 veinte
minutos más tarde identificándose como vecina del inmueble donde
ocurrieron los hechos. La
informadora (según declaró al policía que le atendió) manifestó
que había escuchado un ruido atronador seguido de una gran
algarabía de objetos desparramándose por el suelo. Entremedias un
grito seco y solitario de mujer, y después silencio, nada
volvió a escucharse, mutismo total.
Cuando la
policía llegó
al lugar acompañada del portero de la finca, la puerta de
entrada como se esperaba estaba cerrada. La abrieron con la llave
maestra, y se temieron lo peor.
El
pequeño pero acogedor apartamento apareció ante el grupo de
homicidios sin signos aparentes de violencia. El vestíbulo estaba
ordenado y limpio. Fue después, al atravesar el largo pasillo y
abrir la puerta de entrada al salón cuando la vieron. La
mujer, joven, de poco más de treinta años yacía tumbada en el
suelo boca arriba y con una herida contusa en la cabeza por la que
aun manaba sangre.
El
salón a diferencia del resto de la casa presentaba un aspecto
desolador. Una gran estantería blanca, o lo que quedaba de ella,
aparecía volcada
y con los objetos había contenido poco antes diseminados en
el parquet. Justo al lado del cadáver destacaba un gran buda de
bronce muy brillante impregnado con restos de sangre y cabellos
que los policías atribuyeron desde
un primer momento como el objeto contundente con el que se asestó
el golpe a la infortunada mujer. Los dos veteranos policías
presentes en las indagaciones y expertos en todo tipo de crímenes no
pudieron evitar sufrir una fuerte impresión al contemplar el
panorama, y con gestos de evidente indignación mascullaron sendos
improperios.
Se
hizo cargo del caso el inspector
Arias,
como jefe que era de la Brigada Criminal del distrito. Disponía
de ocho agentes a su cargo y suficientes medios para investigar así
como vía libre para hurgar donde fuese menester. Inmediatamente se
trasladó al lugar de los hechos e hizo un exhaustivo análisis del
asunto anotando en su libreta todos los datos por pequeños
que fuesen, y que él creía oportunos.
Luis
Arias era
un policía al uso, meticuloso, serio e íntegro. Aunque utilizaba
medios informáticos y era usuario de las redes sociales, seguía
usando su libreta como en sus primeros años de oficio. Después de
las primeras averiguaciones descubrió que la víctima, Marta,
estaba recién divorciada y no tenía hijos. Su marido, sobre el que
recayeron las primeras sospechas, después de la separación había
alquilado un pequeño Loft a
las afueras y trabajaba como free lance en
una editorial especializada en literatura de terror y misterio.
En el momento de la muerte, --declaró
a un agente --estaba
solo en casa, acababa de desayunar y se disponía a realizar unos
trabajos por internet que le urgía a la empresa. No tenía testigos
que avalara su coartada.
Además
del ex-marido,
--supo
el inspector --que
el
entorno cercano a la víctima se reducía a unas cuantas personas;
una
familia escasa de miembros y un par de amigas más o menos
íntimas. Entre esas
amigas, con Luisa,
divorciada como ella compartía algunos ratos de ocio y
diversión. Salían juntas un par de veces a la semana (viernes y
sábados) y frecuentaban una discoteca de música latina del centro.
Cenaban en algún restaurante próximo y poco más. Volvían a
casa de madrugada y siempre en taxi.
Con
la otra amiga, Pili, tenían
gustos parecidos en lo cultural y social y hasta en lo político.
Esta estaba casada pero a menudo quedaban por las tardes, tomaban
algunas cañas y hablaban de lo divino y humano. Se llamaban mucho
por teléfono. Ya eran muy amigas antes del divorcio.
Las
dos amigas quedaron consternadas al enterarse de la tragedia y no
parecían tener ningún motivo para desear algún mal a Marta. Aun
así el inspector anotó que ambas tenían débiles coartadas pues
declararon
estar solas en casa a la hora de la muerte, por lo tanto no quedaron
al margen de la investigación.
El
presunto homicidio de Marta ocurrió
un martes de un caluroso mes de Julio.
Ella, según sus averiguaciones ya había desayunado y posiblemente
ultimaba preparativos para acudir a su trabajo. Trabajaba como
técnico especialista en un laboratorio de
un polígono industrial no demasiado lejos de su domicilio.
Según los datos recopilados hasta el momento salía de casa a las
nueve de la mañana, bajaba al garaje, cogía su pequeño utilitario
y solía llegar siempre puntual. El jefe de personal afirmó que
fichaba a las diez en punto, que
era,
por
cierto,
su hora de entrada.
Marta no
tenia familia directa en la ciudad, procedía de un pueblo
de Jaén y
allí vivía su hermano. El inspector ya había conseguido datos de
la familia. Sus padres, fallecidos no hacía demasiado les habían
dejado en herencia a ella y a su hermano una casa no muy grande y una
finca con olivos centenarios, parece ser bastante valorada.
Según
le contó su amiga Pili,
la
historia de Marta era
similar a la
de muchos jóvenes que recalan en la capital buscando
oportunidades que no encuentran en sus pueblos. Ella llevaba aquí
más de diez
años. Al poco de llegar conoció a Juan,
su ex (eran compañeros de trabajo) y el hecho de vivir sola en el
piso que se engullía la mitad de su sueldo, aceleró su boda.
Vivieron más o menos felices los primeros años pero la convivencia
se fue deteriorando, posiblemente el tipo de trabajo
de Juan (por
aquel entonces era representante de su empresa editorial por la mitad
norte de España)
influyó. También la rutina –le
manifestó Pili,
--apenas
se veían y
se
separaron de mutuo acuerdo. Ella
se quedó el bonito apartamento, aunque aún pagaba parte de la
hipoteca.
Cuando
el inspector
Arias se
acercó al laboratorio donde había trabajado Marta,
solicitó hablar con
sus
compañeras más habituales. Fueron tres las que le contaron su
relación con ella. Por turnos cada una le fue comentando su
parecer.
El policía les preguntó que si la habían visto rara o si habían
apreciado algún cambio últimamente en ella. Dedujo por sus
respuestas que en general la habían notado un poco más
inquieta de lo habitual y aunque ninguna de ellas era íntima de
la víctima, todas coincidieron que era una buena chica, simpática y
buena compañera. Sonia que
era su colaboradora más estrecha, recordó que Marta le
comentó la semana pasada que hoy mismo (el día del terrible
episodio), saldría antes porque había quedado con su ex
marido para algún tema de papeleo relacionado con la hipoteca del
apartamento. Todos estos nuevos datos le hicieron al inspector crear
nuevas teorías y persistió en sus pesquisas sin condicionarse con
nada y con nadie.
Esa
misma noche del martes, (día de la muerte), habían pasado ya más
de quince horas del suceso y seguía el calor sofocante.
El inspector
Arias tenía
demasiadas dudas y especulaba con muchas conjeturas. En su despacho,
reclinado en su sillón y con un folio en blanco sobre la mesa fue
anotando uno a uno sus ordenados apuntes.
Casi
descartado el robo pues la cerradura no fue forzada y aparentemente
no faltaba nada de valor, comenzó a conjeturar con el que para
él era su principal sospechoso, Juan,
el ex marido. No tenía éste coartada
creíble, pero si una cita con ella hoy mismo… y lo había
ocultado. Después, volvieron a interrogarlo y rectificó,
declaró entonces que se veían de vez en cuando porque a pesar
de la separación eran buenos amigos.
De
las amigas intimas, Luisa y Pili,
no tenían motivo aparente para asesinarla –pensó
--pero
por otra parte tampoco tenían testigos que corroboraran sus
coartadas. Se negó a descartarlas como sospechosas.
Del
hermano de Marta, Andrés,
supo que estaba casado cuando habló con él a última hora de
la tarde en el depósito de cadáveres. Parecía muy afectado, pero
había averiguado que estaba pasando por dificultades económicas .A
punto de ser desahuciado de su vivienda (ocultó este detalle) se
mostró dispuesto a colaborar junto a su mujer (visiblemente
nerviosa) en todo lo que fuese necesario con la policía.
De
las compañeras de trabajo, nada importante que reseñar pues
habían tenido buen rollo con ella y en el laboratorio todo el mundo
la apreciaba.
Del
informe que solicitó y que ya tenía en sus manos sobre la comunidad
de vecinos tampoco extrajo nada concluyente. Según sus
convecinos Marta era
una chica normal que cumplía religiosamente todas las obligaciones
relacionadas con la comunidad, eso sí, apenas la conocían solo hola
y adiós, descortesía
demasiado habitual en nuestros días --razonó.
Terminó
con esto último el primer borrador del informe, lo guardó en el
cajón y lo cerró con llave. Eran
más de las once de la noche cuando abandonó su despacho.
Conduciendo hacia su domicilio en las afueras de la urbe, pensó
en las nuevas pistas que le proporcionarían el dossier de la
autopsia que le habían prometido los del depósito a primera hora de
mañana miércoles.
El
timbre del teléfono le despertó bruscamente, miró el reloj del
despertador y las manecillas le indicaron las siete y diez de la
mañana, aún era pronto. Anoche tardó en dormirse dándole vueltas
al asunto. Por
si acaso y como siempre había puesto la alarma a las ocho en
punto. Descolgó el auricular y la voz de García,
su ayudante, visiblemente agitado le anunció que ya tenían el
informe de la autopsia y…. ¡Al
presunto culpable.!
Nada
más llegar a la comisaria le dijeron que le estaban esperando. Abrió
la puerta de su despacho y se encontró con el inspector jefe,
el sargento y… (dedujo por haberle visto alguna vez) el
teniente de alcalde del distrito. Por el aspecto distendido y
jovial de la reunión presintió muy buenas noticias.
Unas
cuantas horas después de
ese
mismo miércoles
(día
después de la muerte de Marta)
el calor había remitido, ahora soplaba un poco de brisa que los
sufridos ciudadanos de la capital agradecían. Esos mismos ciudadanos
enojados veían cómo en el telediario de la televisión local
pormenorizaban las noticias relacionada con la aparición
del cadáver de
una mujer en uno de los más elegantes distritos; un
episodio más de la violencia que últimamente venia azotando a la
ciudad.
Desde
hacia unos meses los habitantes de la ciudad estaban
conmocionados,
muchos
percibían cómo día a día se iba deteriorando la paz y
convivencia. La metrópoli, antaño modelo de gestión y
seguridad se estaba convirtiendo en peligrosa El alcalde,
muy cuestionado, prometió mano dura con los delincuentes y había
desplegado más policías en las calles, pero poca gente creía en
estas reiteradas promesas incumplidas. Este presunto homicidio
vino a incrementar la indignación y el escándalo.
Todo
el mundo estaba en ascuas pendientes de este último caso, uno más
de los ocurridos en este año y deseaban que la policía detuviera de
manera inminente a los culpables. Los
periódicos matutinos
y los diferentes medios informativos habían abierto con argumentos
sensacionalistas sobre el trágico suceso y contribuían al
cabreo general.
Estaba
ya
anocheciendo
cuando la cadena de televisión con mayor audiencia de la
zona interrumpió bruscamente su programación y pasó a
informar sobre el acontecimiento. Bajo
un gran epígrafe intermitente
de:
“últimas noticias”.
un
reportero de la cadena micrófono en mano y en las mismas
puertas del edificio donde ocurrieron los hechos el día anterior
entrevistaba al que parecía ser un jefe
de policía.
Éste
aclaraba con rotundidad que: ¡Lo
que parecía un nuevo crimen de género o pura delincuencia común en
realidad había sido un accidente casero!.
Marta,
la víctima, había tenido mala suerte, explicaba el
inspector Arias
al periodista que
le entrevistaba, fue
a coger una agenda de la estantería que necesitaba para su trabajo,
y ésta indebidamente sujeta a la pared le cayó encima. Una efigie
de un gran buda fatalmente
colocada en lo más alto le dio contundentemente en la cabeza.
Ésta
fue la causa de su trágica muerte.
Las
autoridades, la policía y también la población respiraron, en
parte, aliviados porque no se incrementara la larga lista de
homicidios en la ciudad. Este incidente no rebosará la paciencia de
los sufridos contribuyentes y el gobierno municipal tendrá más
plazo para intentar atajar la ola de criminalidad sobrevenida.
El
inspector Arias,
satisfecho, terminó de comunicar al reportero todas las novedades
del caso y se congratuló de la rapidez con que fue resuelto el
asunto.
Joaquín
Yerga
28/07/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario