jueves, 9 de abril de 2015

A propósito de la Semana Santa...




El cristianismo podría ser bueno, si alguien intentara practicarlo.
Bernard Shaw


Hace un par de años hicieron una encuesta para ver qué piensan los extranjeros que visitan nuestro país sobre la Semana Santa. Según el resultado, a ojos de los forasteros no salimos bien parados, más que nada por excéntricos. Las opiniones fueron variadas pero todas con un denominador común, casi nadie entendía el fasto que desplegamos en las procesiones y otros actos relacionados. Un norteamericano contestó que el dinero que derrochamos en toda la parafernalia añadida se podría dedicar a otros menesteres más provechosos. También una australiana opinó que nos pasamos de rosca con unas escenificaciones más propias del Medievo, y así la mayoría.
Según mi opinión y respetando todas las creencias por supuesto, creo que no le faltan razones a los encuestados. Hacemos unos actos de fe con unas ceremonias tan profundas y con tanto boato que son más propias de otros tiempos. Entiendo que en esto de las devociones y religiosidad en general deberíamos comportarnos con más recogimiento e intimidad y no hacer alarde excesivo de ello en las calles y plazas de nuestras ciudades.
Y sé que algunos dirán que son tradiciones antiquísimas que hay que respetar, que ya lo hicieron nuestros antepasados y que debemos seguir conservando. Y efectivamente es ésta una buena observación, pero aun así yo les replicaría que me parecen bien ciertas representaciones comedidas y prudentes, porque también entran en la cotidianidad histórica, pero semejante derroche de fervor y pasión como los que hacemos me parece desmesurado, máxime teniendo en cuenta la época y los abundantes conocimientos históricos y científicos de los que gozamos a todas luces incompatibles con lo ostentoso de estos eventos.
Se podría entender la práctica de estas exhibiciones tan fervorosas por motivos económicos y en aras de atraer turistas extranjeros pero me temo que estos no van en masa a disfrutar de ella, quizás un movimiento interior de compatriotas, que aprovechando los días de vacaciones se dispersan por la península y más que nada a las playas, aunque también los hay que buscan el folclore patrio y acuden a ver las procesiones.
No soy quien para inducir a nadie lo que tiene que creer y cómo divertirse, faltaría más, entiendo que haya millones de personas que participen en estos eventos patrios con verdadera fe y crean que hacen lo correcto pero me temo que estas grandes manifestaciones religiosas acompañadas de grandes alharacas y aspavientos milagreros son propias de sociedades subdesarrolladas. Por otra parte si lo que se pretende con estas celebraciones tan grandilocuentes es buscar de alguna manera excusa para agrupamientos festivos y de ocio del personal, es hora ya de desprenderse del lado sacro del asunto.
En España tan peculiares que somos para tantas cosas, no vamos a ser menos en temas religiosos. Se da la paradoja de que, nos declaramos un país católico y apostólico aunque poco practicante y sin embargo las iglesias están vacías.
Que somos un país contradictorio no lo discute nadie, por ejemplo, aun seguimos casándonos mayoritariamente, aunque menos, por la Iglesia. Y bautizamos a nuestros hijos bajo sus auspicios, no obstante hacemos lo que dijo aquel cura a un niño en su primera comunión: “Esta es la primera y posiblemente será la última" pues la mayoría no vuelven.
Tal vez todas estas paradojas se deba a nuestra antigua relación de amor y odio con la Iglesia católica. Alguien dijo una vez: “Aquí en España, o vamos detrás de los curas con velas rogando o con palos sacudiéndoles” no tenemos medida. Es verdad que la iglesia siempre ha estado mayoritariamente al lado del poder y ha tenido un pasado siniestro pero afortunadamente ha evolucionado o la sociedad la obligó a hacerlo y ahora tenemos libertad de culto, como no podía ser menos. Y bien que lo usamos, por cierto, aunque solo sea para ciertas ocasiones y de manera desmesurada.
Ocurre en nuestro catolicismo autóctono contradicciones cuanto menos llamativas. Me explico. Hoy en día apenas hay seminaristas con propósito de llegar al sacerdocio y los que ya son están envejecidos en una gran proporción. En la parte femenina tampoco está muy boyante el asunto, para poder estar habitados aunque con escaso personal, los actuales conventos y monasterios de clausura se tiene que aceptar que la mayoría de las novicias provengan de países del tercer mundo. Y es que quizás seamos de los países con menos vocación religiosa en la práctica, y sin embargo, y he aquí la incoherencia, estamos en top ten de naciones con mayor número de religiosos repartidos por el tercer mundo, practicando por cierto voluntariosamente proselitismo de su fe o ayudando a desvalidos y enfermos.
También es cierto que a pesar de que casi todas nuestras fiestas tienen un origen religioso, le dedicamos poco tiempo y empeño a la parte piadosa del asunto, la mayoría de ellas han derivado en festejos paganos en donde lo que prima es la abstención laboral, el disfrute vacacional y el ocio en general. Y no tiene por que ser malo, creo...
Dicho queda...
                                        Joaquín Yerga
                                        09/04/2015


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