A propósito de la Semana Santa...
El
cristianismo podría ser bueno, si alguien intentara practicarlo.
Bernard
Shaw
Hace
un par de años hicieron una encuesta para
ver qué
piensan los extranjeros
que visitan nuestro país sobre
la Semana Santa.
Según
el resultado, a ojos de los
forasteros no
salimos bien parados, más
que nada por
excéntricos. Las opiniones fueron variadas pero todas
con
un denominador común, casi nadie entendía el fasto que desplegamos
en las procesiones y otros actos relacionados. Un norteamericano
contestó
que el dinero que derrochamos en toda la parafernalia añadida se
podría dedicar a otros menesteres más provechosos. También
una australiana opinó que nos pasamos de rosca con unas
escenificaciones más propias del Medievo, y así la mayoría.
Según
mi opinión
y respetando todas las creencias por supuesto, creo que no le faltan
razones a los encuestados. Hacemos unos actos de fe con unas
ceremonias tan profundas y con tanto boato que son más propias de
otros tiempos. Entiendo que en esto de las devociones y religiosidad
en general deberíamos comportarnos con más recogimiento e
intimidad y no hacer alarde excesivo de ello en las calles y plazas
de nuestras ciudades.
Y
sé que algunos
dirán que son tradiciones antiquísimas que hay que respetar, que ya
lo hicieron nuestros antepasados y que debemos seguir conservando. Y
efectivamente es
ésta
una buena observación, pero
aun
así
yo
les replicaría que me parecen bien ciertas representaciones comedidas y prudentes, porque también entran en la cotidianidad histórica, pero semejante
derroche de fervor y pasión como
los que hacemos me
parece desmesurado, máxime teniendo
en cuenta la época y los abundantes conocimientos históricos y
científicos de los que gozamos a todas luces incompatibles con lo
ostentoso de estos eventos.
Se
podría entender la práctica de estas exhibiciones tan fervorosas por motivos económicos y en aras de atraer turistas extranjeros pero
me temo que estos no van en masa a disfrutar de ella, quizás un
movimiento interior de compatriotas, que aprovechando los días de
vacaciones se dispersan por la península y
más
que nada a las playas, aunque también los hay que buscan el folclore
patrio y acuden a ver las procesiones.
No
soy quien para inducir a nadie lo que tiene que creer y cómo
divertirse, faltaría más, entiendo que haya millones de personas que participen en estos eventos patrios con verdadera fe y crean que hacen lo correcto pero me temo que estas grandes
manifestaciones religiosas acompañadas de grandes alharacas y
aspavientos milagreros son propias de sociedades subdesarrolladas.
Por otra parte si lo que se pretende con estas celebraciones tan
grandilocuentes es buscar de alguna manera excusa para agrupamientos
festivos y de ocio del personal, es hora ya de desprenderse del lado
sacro del asunto.
En
España
tan peculiares que somos para
tantas cosas, no vamos a ser menos en temas religiosos. Se da la
paradoja de que, nos declaramos un país católico y apostólico
aunque poco practicante y
sin
embargo las iglesias están vacías.
Que
somos un país contradictorio no lo discute nadie, por ejemplo, aun
seguimos casándonos mayoritariamente, aunque menos, por la Iglesia.
Y
bautizamos a nuestros hijos bajo sus auspicios, no obstante hacemos
lo que dijo aquel cura a un niño en su primera comunión: “Esta
es la primera y posiblemente será la última" pues la mayoría no
vuelven.
Tal
vez todas estas
paradojas se deba a nuestra antigua
relación
de amor y odio con la Iglesia católica. Alguien
dijo una vez: “Aquí
en España,
o vamos detrás de los curas con velas rogando o con palos
sacudiéndoles”
no tenemos medida. Es verdad que la iglesia siempre ha estado
mayoritariamente al lado del poder y ha tenido un pasado siniestro
pero afortunadamente ha evolucionado o la sociedad la obligó a
hacerlo y ahora tenemos libertad de culto, como no podía ser menos.
Y
bien que lo usamos, por
cierto,
aunque solo sea para ciertas ocasiones y de manera desmesurada.
Ocurre
en nuestro catolicismo autóctono contradicciones cuanto
menos
llamativas. Me
explico. Hoy en día apenas hay seminaristas con propósito de llegar al
sacerdocio y los que ya son están envejecidos en una gran
proporción. En la parte femenina tampoco está muy boyante el
asunto, para poder estar habitados aunque con escaso personal, los
actuales conventos y monasterios de clausura se tiene que
aceptar que la mayoría de las novicias provengan de países del
tercer mundo. Y
es que quizás
seamos de los países con menos vocación religiosa en la práctica, y
sin embargo, y
he aquí la incoherencia,
estamos en top
ten de
naciones con mayor número de religiosos repartidos por el tercer
mundo, practicando por cierto voluntariosamente proselitismo de su fe
o ayudando a desvalidos y enfermos.
También
es cierto que a pesar de que casi todas nuestras fiestas tienen un
origen religioso, le
dedicamos poco
tiempo y empeño a la parte piadosa del asunto, la mayoría de
ellas han derivado en festejos paganos en donde lo que prima es la
abstención laboral, el disfrute vacacional y el ocio en general. Y
no tiene por que ser malo, creo...
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
09/04/2015
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