sábado, 14 de junio de 2014

Mi cine

                               Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros
                                                                                                                          (P. Ruiz)



Lo mío con el cine viene de lejos, no sólo como mero espectador, también como buen aficionado a todo lo concerniente a este maravilloso mundo del entretenimiento llamado séptimo arte.
Siempre he pensado que los que rondamos al menos los cincuenta o mas y hemos nacido en un pueblo o ciudad que haya tenido salas de cine durante nuestra niñez, tenemos un plus extra, fascinante en los recuerdos y esencial más tarde en las aficiones.
En mi pueblo llegó a haber hasta tres salas de cine, dos de verano y una de invierno que hacia las delicias de la mayoría de la gente. No entiendo mi niñez y luego juventud sin la película infantil  tolerada para todos los públicos del domingo por la tarde.
Cuando la televisión señoreó los salones de muchas casas a mediados de los sesenta un poco de magia e inocencia comenzamos a perder los de nuestra generación. Era un ritual, añorado ahora, entrar en las vetustas instalaciones y ocupar las incomodas butacas de madera. Antes de eso se pasaba por la antesala, contemplábamos los grandes carteles donde se anunciaban de futuras proyecciones  y comprábamos  las consabidas pipas o avellanas en el cutre mini bar, luego, después del alboroto inicial, el silencio más absoluto al visualizar en la gran pantalla los primeros nombres de los protagonistas de la película.
Los filmes que solían reproducir más a menudo eran los de aventuras y del oeste serie B en la sesión de tarde, en la última, ya por la noche, hubo épocas y modas.
 Muchas de las películas que reponen ahora en cadenas de televisión más particulares recuerdo haberlas visto en aquel periodo, especialmente las de producción española con los eternos protagonistas Alfredo Landa, López Vázquez o Concha Velasco etc. Durante la transición, a mediados  y finales de los setenta como novedad se impuso el destape en todos los sentidos, no solo en el sexual también en lo político y social. Películas como La trastienda, con el muy comentado desnudo de Maria J.Cantudo , el primero en España o Cría cuervos de Carlos Saura, llenaron los cines durante semanas, cosa inédita en muchos años en el pueblo.
A  finales del ochenta y uno, (recordado por golpe de estado del 23F), llegué a Madrid y tuve que adaptarme a la vida agitada y variada  de la capital, ya traía conmigo inoculado el germen  de mi afición al cine y supuso una gran alegría el nuevo panorama cinematográfico que se me presentaba ante mi depauperado estado de ánimo inicial.
Pasar por la Gran Vía o por la calle Fuencarral y contemplar los enormes carteles instalados en las fachadas de los numerosos cines que entonces albergaban, era una delicia para mis asombrados ojos. Salas como Imperial, Palacio de la música, Azul, Roxi, Coliseum, Callao etc. jalonaban estas dos calles; más de veinticinco llegó a haber entre estas dos importantes arterias de la capital, hoy apenas alcanzan la media docena entre ambas. Películas como En el estanque dorado, de las últimas que protagonizó Henry Fonda, Volver a empezar de mi admirado José Luis Garci, E.T. del rey midas de los productores  S. Spielberg y hasta Acorralado protagonizada por un atribulado Sylvester Stallone, se anunciaban de manera gigantesca en las fachadas de los cines.
Durante los dos o tres años siguientes de mi llegada a Madrid pude deleitarme con infinidad de películas de estreno, posiblemente no hubiera sala que no frecuenté alguna vez, a pesar de que no fue época fructífera  en buenas producciones.
Es verdad que primero fue el proyectil de la televisión la que impactó de lleno en la diana hasta entonces hegemónica del cine, luego apareció el DVD y los sugerentes y numerosos videoclubs en donde nos recreábamos contemplando y eligiendo películas clasificadas por géneros y hoy en día tenemos a nuestro alcance infinidad de artilugios sofisticadísimos que nos permiten ver en 3D  y otras opciones  las películas de manera nítida y casi real en nuestra propia casa, todo esto ha mermado la viabilidad de las grandes salas de cine de antaño y con ello se ha terminado una etapa de nuestra vida que ya no volverá.
La  parte positiva de la innovación en la cinematografía y otros medios audiovisuales, entre ellos internet, es la posibilidad de tener a nuestro alcance todo tipo de filmes, series o documentales a tiro de USB y embelesarse apaciblemente en nuestro sillón preferido contemplando entre sorbos de una fría caña de cerveza nuestra peli preferida.
No me cuesta reconocer mis apetencias por el cine negro americano y mis reticencias a menudo de manera infundada a todo lo nuevo que viene de Hollywood. A mi manera de ver,  por supuesto muy subjetiva, es insuperable el cine de los años cuarenta y cincuenta. Cintas como Casablanca, Gilda o Perdición de esas décadas, pero también algunas más tardías como  El padrino, en sus dos primeras partes, El apartamento o Psicosis me siguen apasionando a pesar de las muchas veces que las he visto, siempre encuentro en ellas algo nuevo que merezca la pena volver a verlas.
Actores y actrices tan conocidos y admirados del tipo de Cary Grant, James Steward, Humphrey Bogart, Gregory Peck  o Katherine Hepburn con los que vivimos  o convivimos aventuras, comedias o dramas  que ya pertenecen a nuestra propia historia personal o directores, a los que nunca estaremos suficientemente agradecidos por los buenos momentos que nos han regalado gracias a su inteligencia o profesionalidad como Hitchcock, Billy Wilder, John Ford o George Cukor.
En todo este apasionante mundo que ha ocupado y ocupa gran parte de mi  existencia, también hay lugar para los grandes de España en este querido ámbito, con películas inolvidables como El pisito, El verdugo, Viridiana o El viaje a ninguna parte de F.Fernán Gómez, cintas de culto, premiadas y reconocidas en festivales de cine de toda Europa. No me avergüenzo en recocer por supuesto el tiempo que he dedicado en visualizar también filmes españoles de los sesenta y setenta del, peyorativamente etiquetado como Landismo o los protagonizados por uno de los mejores actores españoles de todos los  tiempos, José Luis López Vázquez, incluso las de Paco Martínez Soria. Aunque muchas de estas películas reconozco son muy malas,  a veces solo por recordar y comprender la manera de vivir de los españoles de esa época , los coches de esos años o las calles del Madrid de los setenta merece la pena verlas.
El cine español contemporáneo merece mención aparte, debe ser no lo dudo, por mi manera de ser un poco sentimentaloide por lo que le doy más valor a lo pasado que al dudoso presente y no le doy mucho crédito a lo producido últimamente, salvo honrosas excepciones como lo de Amenábar o alguna cosa  de Almodóvar.
A mi modesto entender y haciendo mías  unas recomendaciones de Garci, el cine con mayúsculas es cosa del pasado y debería exhibirse en los museos como el Del Prado, a lo venidero que le llamen otra cosa.
                                                                                              Joaquín Yerga

                                                                                              14/06/2014

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