Echad un vistazo al soneto, es pícaro, casi pornográfico; conste que lo compuso un fraile y allá por el lejano siglo XVII.
Esta
mañana, en Dios y en hora buena,
salí de casa y víneme
al mercado;
vi un ojo negro, al parecer rasgado,
blanca
la frente y rubia la melena.
Llegué y le dije: «Gloria
de mi pena,
muerto me tiene vivo tu cuidado.
Vuélveme
el alma, pues me la has robado
con ese encanto de áspid o
sirena».
Pasó, pasé; miró, miré; vio, vila;
dio
muestras de querer, hice otro tanto;
guiñó, guiñé;
tosió, tosí; seguíla;
fuese a su casa y, sin
quitarse el manto,
alzó, llegué, toqué, besé,
cubríla…
dejé el dinero y fuime, como un santo.
Fray Damián Cornejo, el compositor del poema, fue cura y profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, además de predicador e historiador de su Orden; llegó a ser obispo de Orense.
Digamos que la ironía básica del soneto consiste en que se utilice para iniciar el relato, en primera persona, de un personaje que sale en busca de un encuentro erótico pagado.
En el fondo, este poema supone una burla del amor cortés y una proclamación de la satisfacción erótica: algo que rompe muchos tópicos sobre nuestro Siglo de Oro.
A fines del siglo XIX, un escritor juzgó tan escandaloso este poema que animó a que su publicación «merecía la cárcel». Menos mal que no le hicieron mucho caso, porque lo mismo ha hecho el Ministro Ábalos y ahí sigue, en la calle y cobrando su buen sueldo de di-putado..😅😅😅
Joaquín

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