¿Qué qué de será de nosotros cuando muramos? Bueno, en realidad, esta es la incógnita primordial de la vida, de la que todas las demás derivan.. Porque, cuando muramos, ¿seguirán siendo igual de hermosas todas las cosas de la vida? La luz del Sol, el cielo azul, la primavera, los pájaros, las flores, la luna, las campanas... ¿Nos recordarán personas que nos amaron?..
Juan Ramón Jiménez, el gran poeta, era otro que estaba obsesionado con esta cuestión de la muerte y su después.. Se cree que esta inquietud le sobrevino al fallecer su padre..
Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando.
Y
se quedará mi huerto con su verde árbol,
y
con su pozo blanco.
Todas las tardes
el cielo será azul y plácido,
y
tocarán, como esta tarde están tocando,
las
campanas del campanario.
Se morirán
aquellos que me amaron
y el pueblo se
hará nuevo cada año.
No obstante Juan Ramón Jiménez, además de ser un aprensivo de cojones, fue un tipo complicado, egoísta y maniático, trataba muy mal a la gente que le rodeaba.. Fijaos como sería de manipulador que, a hurtadillas, cogía el diario personal de su sufrida mujer, Zenobia, y sin que ella lo supiera, tachaba las palabras dirigidas a él que no le gustaban y las sustituía por otras más acordes, y todo para mejorar su imagen.. Por ejemplo, si ella escribía que Juan Ramón sufría una de sus habituales crisis nerviosas, él lo sustituía por un resfriado.. Qué tío..😉😉😉
Joaquín

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