martes, 14 de julio de 2020

No me digáis que fue un sueño...




El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
--W.Allen--

La historia que voy a contar ocurrió hace muchos años. Jamás hablé con nadie de ella pues lo que sucedió fue tan extraordinario que dudo nadie me creyera. Es más, pienso que muchos se reirían de mí, o cuanto menos me tildaría de fantasioso. Si lo cuento ahora es por los años transcurridos desde entonces, y porque he llegado a una edad en la que me importa más la sinceridad conmigo mismo que lo que otros puedan pensar de mi.
Estos sucesos tan increíbles, los que tengan la osadía de leerlos compartirán conmigo su asombrosa inverosimilitud, ocurrieron en un cine de los dos que había entonces en Zafra..
Apenas recuerdo  la película que fui a ver esa noche. En aquella época me desplazaba al pueblo vecino a divertirme los domingos por la noche (con el tiempo conseguí echarme novia). 
Los domingos, por ser vísperas de día laboral, todo el mundo volvía pronto a sus casas. Yo me resistía a hacerlo. Tal vez por esto cuando terminaba la discoteca y dejaba a la novia en casa, si consideraba que era demasiado pronto de volver a la mía, entraba en el cine que estaba justo al lado a ver alguna peli de estreno.
Era invierno cuando ocurrió, estoy seguro; aún recuerdo la agradable sensación de calor al entrar en el local. A esa sesión, la última que daban, solían acudir parejas buscando la intimidad que no encontraban en las discotecas o noctámbulos de toda ralea y condición. 
Nada más llegar y acomodarme, ya fuera por la intrascendencia de la película o por el cansancio acumulado de toda la semana, fui entrando en un pesado sopor que, poco a poco, se me hizo tan irresistible que me quedé profundamente dormido. Como iba solo y había escogido una butaca alejada de la entrada (en filas ya cercanas a la pantalla) nadie se fijó en mi. El hecho de estar la sala semivacía contribuyó, sin duda, a la confabulación de los acontecimientos que ocurrieron después.
La peli debió terminar y el escaso público desalojó el cine. Plácidamente dormido debí escurrirme tanto hacia el fondo de la butaca que pasé desapercibido para todo el mundo, incluido el acomodador. Cuando la pantalla quedó a oscuras y las tenues luces auxiliares se apagaron, nadie quedó en el cine, solo yo, y los personajes de mis sueños...
En medio de la noche y quizás empujado por la incomodidad de la postura, me desperté bruscamente. Angustiado por la situación reorganicé mis pensamientos y poco a poco me fui dando cuenta de la delicada realidad en la que me encontraba. A punto estuve de pellizcarme para no creer que era un sueño lo que me estaba pasando --¡Me había quedado dormido en mitad de la película!-- --¡Dios mío, estaba solo en el cine y totalmente a oscuras!! --casi grité----
Recuerdo que miré el reloj de pulsera, pero no pude distinguir las manecillas. Lamenté profundamente haber dejado de fumar recientemente y por tanto no tener encendedor para iluminar la estancia. Asustado y completamente a ciegas me incorporé de mi asiento e intenté orientarme; operación imposible, enseguida comprobé no se veía nada.
Tras un rato pensando y aun perplejo por la situación, me pareció ver un punto de luz, brillante y parpadeante a lo lejos y un ruido perfectamente perceptible y extraño que iba en aumento..
A pesar del miedo que me atenazaba aguantaba como podía, pero a medida que los minutos pasaban y el ruido se acercaba mi nerviosismo aumentaba de manera alarmante. Llegué a un punto tal de excitación que incluso perdí el control de la situación y no pude contener un grito de horror; de repente comprendí qué era lo que producía aquel infernal ruido --¡¡En el más absoluto silencio de la noche alguien emitía unos terribles jadeos !!
Totalmente aterrorizado me dirigí palpando las butacas hacia el lugar de donde provenía aquel punto de luz y el misterioso ruido. ¡De manera increíble pareciera que una enigmática y poderosa fuerza me empujaba hacia ellos!..
Llegué a lo que parecía ser el vestíbulo del cine, por lo espacioso. Atravesé una puerta grande de madera que permanecía entreabierta y unas grandes y espesas cortinas, movidas  tal vez por alguna extraña brisa, acariciaron mi rostro. Al apartarlas de mi cara y levantar la cabeza, ¡los vi!..
¡Allí mismo, en el suelo, a un sólo un paso de mí!, ¡¡Una pareja, un chico y una chica hacían el amor de manera desenfrenada y ruidosa!!. Los jadeos que emitían los dos eran espeluznantes. En la espaciosa sala y en el silencio de la madrugada sobrecogía los espasmos de placer de ambos. Obnubilado y sorprendido por el atrevimiento de los chicos, pero ya más calmado, sólo pude echar un vistazo y seguir intentando encontrar la salida..
Repuesto ya de mi aplomo, pero aun tembloroso por la sorprendente escena, apareció ante mis incrédulos ojos el pequeño punto luminoso que había contemplado desde un  principio y que me había servido de guía. Era el la luz que horadaba el ojo de la cerradura de una puerta y que parecía provenir del exterior. Conseguí dar unos pasos hacia él a pesar de la pesadez de mis piernas, y accioné el picaporte con la esperanza de que la puerta se abriera. ¡Para mi sorpresa lo hizo!. Accedía directamente a la calle posterior del edificio (después comprobé que era la salida de emergencia).
No supe calcular el tiempo transcurrido de mi aventura. Sólo sé que por lo tarde que sería corrí como un loco atravesando las desiertas calles de Zafra en busca de mi coche que lo tenía aparcado cerca de la antigua estación de autobuses. No tardé ni veinte minutos en llegar a Fuente de Cantos y entrar en mi casa. Por suerte mi madre dormitaba esperándome en la mesa camilla y apenas se enteró de mi azoramiento. Aún  nervioso por lo vivido me metí en la cama.
Al sábado siguiente cuando volví a Zafra y ver a mi novia, me acerqué a aquel cine, sólo por curiosidad pues no pensaba volver a entrar jamás. Lo que vi me sorprendió de sobremanera, un gran cartel de: "Se Vende" colgaba sobre la puerta principal. A pesar de haber transcurrido sólo una semana desde mi infausta aventura, el aspecto de abandono y desolación que ofrecía  ya el cine era inquietante.
Por cierto, ahora recuerdo la película que echaban esa ajetreada noche, creo que se llamaba "El fantasma de la Ópera", pero no creo que tuviera nada que ver...
Joaquín



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