El miedo es mi compañero más
fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
--W.Allen--
La historia que voy a contar
ocurrió hace muchos años. Jamás hablé con nadie de ella pues lo
que sucedió fue tan extraordinario que dudo nadie me creyera. Es
más, pienso que muchos se reirían de mí, o cuanto menos me
tildaría de fantasioso. Si lo cuento ahora es por los años
transcurridos desde entonces, y porque he llegado a una edad en la
que me importa más la sinceridad conmigo mismo que lo que otros
puedan pensar de mi.
Estos sucesos tan increíbles, los que tengan la osadía de leerlos compartirán
conmigo su asombrosa inverosimilitud, ocurrieron en un cine de los
dos que había entonces en Zafra..
Apenas recuerdo la
película que fui a ver esa noche. En aquella época me
desplazaba al pueblo vecino a divertirme los domingos por la noche
(con el tiempo conseguí echarme novia).
Los domingos, por ser vísperas de día laboral, todo el mundo
volvía pronto a sus casas. Yo me resistía a hacerlo. Tal vez por
esto cuando terminaba la discoteca y dejaba a la novia en casa, si
consideraba que era demasiado pronto de volver a la mía, entraba en
el cine que estaba justo al lado a ver alguna peli de estreno.
Era invierno cuando ocurrió, estoy seguro; aún recuerdo la agradable sensación de calor al entrar
en el local. A esa sesión, la última que daban, solían acudir
parejas buscando la intimidad que no encontraban en las discotecas o
noctámbulos de toda ralea y condición.
Nada más llegar y acomodarme, ya
fuera por la intrascendencia de la película o por el cansancio
acumulado de toda la semana, fui entrando en un pesado sopor que,
poco a poco, se me hizo tan irresistible que me quedé
profundamente dormido. Como iba solo y había escogido una butaca
alejada de la entrada (en filas ya cercanas a la pantalla) nadie se
fijó en mi. El hecho de estar la sala semivacía
contribuyó, sin duda, a la confabulación de los acontecimientos que
ocurrieron después.
La peli debió terminar y el
escaso público desalojó el cine. Plácidamente dormido debí
escurrirme tanto hacia el fondo de la butaca que pasé desapercibido
para todo el mundo, incluido el acomodador. Cuando la pantalla quedó
a oscuras y las tenues luces auxiliares se apagaron, nadie quedó en el cine,
solo yo, y los personajes de mis sueños...
En medio de la noche y quizás
empujado por la incomodidad de la postura, me desperté bruscamente.
Angustiado por la situación reorganicé mis pensamientos y poco a
poco me fui dando cuenta de
la delicada realidad en la que me encontraba. A punto
estuve de pellizcarme para no creer que era un sueño lo que me
estaba pasando --¡Me había quedado dormido en mitad de la
película!-- --¡Dios mío, estaba solo en el cine y totalmente a
oscuras!! --casi grité----
Recuerdo que miré el
reloj de pulsera, pero no pude distinguir las manecillas.
Lamenté profundamente haber dejado de fumar recientemente
y por tanto no tener encendedor para iluminar la estancia. Asustado y
completamente a ciegas me incorporé de mi asiento e intenté
orientarme; operación imposible, enseguida comprobé no se veía nada.
Tras un rato pensando y aun
perplejo por la situación, me pareció ver un punto de luz,
brillante y parpadeante a lo lejos y un ruido perfectamente
perceptible y extraño que iba en aumento..
A pesar del miedo que me atenazaba aguantaba como podía, pero a medida que los
minutos pasaban y el ruido se acercaba mi nerviosismo
aumentaba de manera alarmante. Llegué a un punto tal de excitación
que incluso perdí el control de la situación y no pude contener un
grito de horror; de repente comprendí qué era lo que producía
aquel infernal ruido --¡¡En el más absoluto silencio de la noche alguien emitía unos terribles jadeos !!
Totalmente aterrorizado me dirigí
palpando las butacas hacia el lugar de donde provenía aquel punto de
luz y el misterioso ruido. ¡De manera increíble pareciera que una
enigmática y poderosa fuerza me empujaba hacia ellos!..
Llegué a lo que parecía ser el vestíbulo del cine, por lo
espacioso. Atravesé una puerta grande de madera que permanecía
entreabierta y unas grandes y espesas cortinas, movidas tal
vez por alguna extraña brisa, acariciaron mi rostro. Al apartarlas de mi cara y levantar la cabeza, ¡los vi!..
¡Allí mismo, en el suelo, a un sólo un paso de mí!, ¡¡Una pareja, un chico y una chica hacían el amor de manera desenfrenada y ruidosa!!. Los jadeos que emitían los dos eran espeluznantes. En la espaciosa sala y en el silencio de la madrugada sobrecogía los espasmos de placer de ambos. Obnubilado y sorprendido por el atrevimiento de los chicos, pero ya más calmado, sólo pude echar un vistazo y seguir intentando encontrar la salida..
Repuesto ya de mi aplomo, pero aun tembloroso por la sorprendente escena, apareció ante mis
incrédulos ojos el pequeño punto luminoso que había contemplado
desde un principio y que me había servido de guía. Era el la
luz que horadaba el ojo de la cerradura de una puerta y que parecía
provenir del exterior. Conseguí dar unos pasos hacia él a pesar de
la pesadez de mis piernas, y accioné el picaporte con la esperanza
de que la puerta se abriera. ¡Para mi sorpresa lo hizo!. Accedía directamente a la calle posterior del edificio
(después comprobé que era la salida de emergencia).
No supe calcular el tiempo
transcurrido de mi aventura. Sólo sé que por lo tarde que sería corrí como
un loco atravesando las desiertas calles de Zafra en busca de
mi coche que lo tenía aparcado cerca de la antigua estación de
autobuses. No tardé ni veinte minutos en llegar a Fuente de
Cantos y entrar en mi casa. Por suerte mi madre dormitaba
esperándome en la mesa camilla y apenas se enteró de mi
azoramiento. Aún nervioso por lo vivido me metí en la cama.
Al sábado siguiente cuando volví a Zafra y ver a mi novia, me acerqué a aquel cine, sólo por
curiosidad pues no pensaba volver a entrar jamás. Lo que vi me
sorprendió de sobremanera, un gran cartel de: "Se
Vende" colgaba sobre la puerta principal. A
pesar de haber transcurrido sólo una semana desde mi
infausta aventura, el aspecto de abandono y desolación que
ofrecía ya el cine era inquietante.
Por cierto, ahora recuerdo la
película que echaban esa ajetreada noche, creo que se llamaba "El
fantasma de la Ópera", pero no creo que tuviera nada que
ver...
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario