Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
--Bécquer--
Sus padres habían muerto cuando ella era una niña. Se crio, por tanto, con los abuelos, admiradores de Rousseau y de ideas muy liberales, con lo que la joven pronto adquirió sus tolerantes costumbres y relajados hábitos.
La mansión donde vivian, a las afueras, lindaba con la del embajador de Venecia, conocido lugar de citas de homosexuales, lumis y hasta prostitutas de lujo, y todo eso lo veía ella, de niña, casi sin salir de casa. Quedó fascinada con aquel ambiente.
Cuando
murió su abuelo, la joven se trasladó a un palacete en el
centro de la ciudad y allí la conoció Francisco.
Ella estaba en la plenitud de su lozanía, tenía veintiocho años.
Él casi le doblaba la edad, era pintor, y ya conocía la fama de
impúdica que su nombre provocaba por las tabernas y mentideros de
Madrid, pero quedó seducido por su radiante belleza al
saludarla..
Francisco besó
su mano y escuchó de sus labios un halago..
--No voy a tener mucho tiempo---le dijo---Debo hacer un viaje largo, pero cuando regrese debéis hacerme un retrato con vuestra nueva forma de pintar. Todo el mundo está entusiasmado con tus retratos--
Francisco presagió que aquella hermosa y misteriosa mujer iba a ser la tentación suprema de su vida, y también el mayor de sus peligros; una fuente de placer y de sufrimiento. Y lo fue..
Pasaron los años y Francisco había trenzado con ella una relación de amistad y confidencia, pero muy lejos de sus aspiraciones amorosas. Él la pretendía, la mimaba, la acosaba con piropos y lisonjas, pero ella le rehuía, le esquivaba, gozaba haciéndole sufrir..
Llegó a saberlo todo de ella, de sus amores, de sus desvelos, de sus apetencias sexuales, de sus emociones, pero era incapaz de plasmarlo en un lienzo. La pintaba y pintaba, pero rompía la tela una y otra vez. Realizó decenas de bocetos de su rostro que luego borraba.
Un día, por fin, la pintó por primera vez.. Ella tenía treinta y tres años y aún conservaba toda su belleza.. Sólo unos años después murió en extrañas circunstancias.
Se especuló con todo tipo de hipótesis sobre su prematura muerte, desde el asesinato, el envenenamiento o incluso el suicidio.. Cualquier cosa pudo suceder y cualquiera pudo ser el asesino.
Investigaron pero nada se aclaró. Y es que, en el mundo de Cayetana pulularon toda clase de tipos y tipas, desde toreros enamorados de ella, políticos como nuestro paisano Godoy, la misma reina María Luisa por envidia, dandis busca-fortunas como Pignatelli, su amante oficial, o el mismo Francisco, celoso y obsesionado por ella la pudo haber envenenado con los ungüentos nocivos de su pintura..
Por cierto, seguro que lo habéis adivinado, ella es María Teresa Cayetana de Silva, duquesa de Alba. Él, Francisco de Goya, pintor y amante secreto..
Joaquín
Cayetana Fitz-James Stuart, última duquesa de Alba, posa junto al retrato de Teresa Cayetana de Silva, duquesa de Alba, su antepasada y protagonista de nuestro relato