El mundo real es
mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Nietzsche
Reconozcámoslo,
los argumentos de algunos pasajes de la historia, incluso de muchas
leyendas, son sencillamente sublimes. Que una madre coloque a su
pequeño de tan solo unos meses en un canastillo hecho de mimbre y
brea para que flote en las aguas del Nilo, esperando que alguien con
autoridad se apiade de él y lo ampare, es un guión de nota. Lo malo
es que estaba ya muy repetido, pues mucho tiempo antes que Moisés,
tanto Rómulo y Remo (los fundadores de Roma), como Hércules (hijo
de Zeus en la mitología griega), o el propio Jesucristo después,
cuando tuvo que huir de las garras de Herodes que quería matarlo,
por citar algunos, ya habían pasado por situaciones parecidas.
Para los cientos
de millones de cristianos (practicantes o no) que moramos por este
ingrato mundo; de la biografía de uno de los símbolos de nuestra
religión, como es Moisés, apenas sabemos nada. Apuesto lo sea que
una mayoría cree que es la misma que el argumento de la magnifica
película aquella, tan osquearizada por cierto, y de título “Los
diez mandamientos”. Pues me temo que no, los guionistas del filme
endulzaron la leyenda para darle mas empaque a las imágenes. Basta
echarle un vistazo al pasaje de la Biblia en donde se habla de él
para comprobar, que si bien concuerdan algunos datos, ni mucho menos
todos.
Nació Moisés de
padres judíos que estaban cautivos en Egipto. Llevaban estos mas de
cuatrocientos años allí, realizando, sin duda, los trabajos mas
duros de la colectividad. Al poco de nacer creyó su madre que su
vida corría serio peligro, así que lo metió en el canasto y lo
dejó deslizarse por las suaves corrientes del Nilo. Eso sí, lo
depositó cerquita de donde se bañaba la primogénita del Faraón.
Se cumplió
ampliamente sus deseos; a la hija del faraón se le activó el
instinto maternal y se hizo cargo del niño. La operación salio tan
redonda que incluso ésta (sin saberlo) accedió a que la propia
madre de Moisés amamantara al neonato. Después, ya crecidito volvió
a la corte, y por allí anduvo hasta que un mal día vio a un egipcio
apalizar a un hebreo. Y no pudo, el hombre, mantenerse impávido
contemplando cómo maltrataban a uno de su raza. En un irrefrenable
arrebato mató al egipcio. A partir de ahí salió huyendo y se
refugió en la ciudad de Maidan, por cierto, no existen datos
históricos ni restos arqueológicos de ella... No queda otra que
fiarnos de la Biblia. Aquí se casó con Séfora, que le dio dos
hijos, Gérson y Eliezer. Éstos no cuentan para la historia pero
estoy seguro que muchos niños de ahora llevan sus nombres.
En estas
estábamos cuando aquel Dios, siempre caprichoso, se fijó en él y
le hizo el responsable de su deseo de rescatar al pueblo judío de
las garras de Egipto. Moisés había venido a menos; pasó de medrar
por la corte faraónica a simple pastor de las cabras de su suegro. Y
precisamente por eso le extrañó tanto el encargo. Y por eso se
resistió como gato panza arriba de ser justamente él quien liberara
a su pueblo. Pero Dios insistió y le dio plenos poderes para
conseguirlo. Llegó incluso a sugerirle un plan B a seguir por si las
cosas se torcían. Y se torcieron…
Volvió a Egipto
y logró entrevistarse con el Faraón, (asunto difícil para un
cabrero, pues si incluso hoy en día es difícil que un concejal de
pueblo te conceda audiencia, imaginémonos en aquella época en donde
los reyes eran considerados semidioses). Pero, démoselo por bueno...
Informó Moisés
al Faraón de que su Dios (que también es el nuestro) estaba
empeñado en que su pueblo (el judío) quedara en libertad, porque
con cuatro siglos de esclavitud era más que suficiente. Éste se
negó, (como era de esperar) pues no quería prescindir de esa mano
de obra abundante y tan barata. Entonces Moisés para convencerlo se
vio obligado a utilizar el doloroso plan B con toda su crueldad
añadida. Y fue descargando sobre Egipto las terribles plagas.
El primer castigo
que les infligió fue convertir las aguas del Nilo en sangre y
exterminar a todos los peces, pero el rey se mantuvo en sus trece. El
segundo, una invasión de ranas por todo el país, y el tío ni se
inmutó. El tercero la peste del ganado, y luego los tábanos y los
mosquitos y el granizo, y el Faraón sin decir ni mu. Pero fue
después de la séptima plaga cuando el cabezón del Faraón se
ablandó, pues Dios, inmisericorde, hizo matar a todos los
primogénitos de las familias egipcias. Entonces asustado los dejó
marchar. Y partieron...
Pero la travesía
de vuelta a Canaán no fue un camino de rosas, duró nada menos que
cuarenta años. Durante el trayecto, Dios, se presentó otra vez a su
compatriota preferido, Moisés, en el monte Sinaí y le entregó las
Tablas de la Ley. Incluso le sugirió donde guardarlas (en el Arca de
la Alianza). Mucho más tarde el rey judío Salomón, hizo construir
en Jerusalén el conocido Templo para que
expresamente la albergara. No obstante Moisés, a pesar de todo, no
quiso Dios que llegara a la tierra prometida. Tuvo que ser su
lugarteniente Josué quien lo hiciera. Y se instalaron...
Las peripecias
vividas por los hebreos en esos años fueron muchas y espantosas.
Llegaron a renegar de Dios, (que tanto había hecho por ellos),
adorando a becerros de oro, y a maldecir a Moisés por las fatigas de
la larga marcha. Tuvo éste que ofrecerles para apaciguarlos, el Maná
(un potingue de leche y miel). Pero era el pueblo elegido por Dios...
y eso les perdonaba todo.
Los estudiosos de
la Biblia han querido desde siempre darle verosimilitud histórica a
estos episodios. Algunos han querido ver al Faraón Ramsés II (1300
a.c.) como el sufridor de las plagas. Otros han investigado a fondo
(aun sin resultado) el desierto del Sinaí buscando la famosa montaña
en donde Dios se le apareció a Moisés tras la zarza ardiendo.
Incluso los ha habido que han llegado mas lejos, intentado señalar y
demostrar el lugar exacto del mar Rojo en donde Dios hizo apartar las
aguas para que pasara su pueblo.
Lo cierto y
verdad es que Moisés es el personaje mas reverenciado por los
israelitas, incluso mas que Abraham o Jacob. Los musulmanes lo
aceptan como un profeta importante al que respetar, y para los
cristianos es una figura bíblica notable, precursor de Jesús, pero
poco más. Para otros muchos es, sobre todo, el modelo de la famosa
escultura de Miguel Ángel que lo representa. Y que se yergue
majestuoso en una iglesia de Roma.
Dicho queda…
Joaquín
Yerga
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