sábado, 23 de abril de 2016

La insoportable levedad de lo inútil





Y sonrío y me callo porque, en el último extremo, uno tiene constancia de la inutilidad de todas las palabras.
(A. González)

El camión del chatarrero iba lleno a rebosar de muebles viejos y rotos que los vecinos del barrio suelen depositar junto a los pálidos cubos de basura. Hoy había sido un buen día, no se podían quejar.. 
A punto ya de terminar la jornada el que parecía ser el jefe ordenó a su achacoso ayudante que conducía el vehículo dar una última batida por la calle principal del distrito y así afanar cualquier cachivache de metal o madera que algún insolidario o esquivo morador dejara a última hora junto a la acera.
Los dos chatarreros suelen ir apartando los utensilios que pueden serles útiles, bien por su buen estado de conservación o por el metal del que estuviere fabricado para revenderlo después al peso. Al final de su agotadora jornada arrojan al vertedero lo inservible y acarrean hacía su atestado almacén todo lo provechoso para su interés y puedan sacar alguna pasta..
Ésa tarde ultimaban ya el recorrido cuando divisaron a lo lejos, en el último portal de esa última calle un objeto voluminoso y extraño. Pararon el camión que ya a toda patilla hacían enfilar hacia las afueras y bajaron de él confiados y dispuestos a chequear y hacerse cargo del trasto, pero...
A medida que se acercaban al objeto su asombro iba aumentando a cada paso que daban. Cuando lo tuvieron en sus manos desconcertados lo manosearon dándoles golpecitos con los nudillos de los dedos para ver de qué material estaba hecho. Jamás habían visto algo parecido en sus aperreadas vidas --pensaron--
Mientras miraban, fascinados, las proporciones del misterioso cacharro y comprobaban qué tipo de elementos lo componían, el que parecía el jefe insinuó que al ser de un plástico endurecido se trataría de un mueble de diseño. Sin embargo su ayudante, con ojos como platos ante su rareza, apostaba por que fuera un objeto meramente decorativo y susceptible, por tanto, de ser colgado.
Como era plano y uniforme como un considerable cuadro de pared, en donde en lugar del lienzo con la representación pictórica había algo parecido a un cristal, hizo recapacitar al que parecía ser el jefe, que pensó enseguida que su ayudante tenía razón y se trataba, posiblemente, de alguna pieza surrealista sacada de algún exótico museo --Éste tema lo conocen a fondo no en vano alguna vez han colaborado con las autoridades locales en el desalojo y limpieza de algún raro museo de la ciudad--
Y continuaron largo tiempo sin ponerse de acuerdo sobre el destino de la pieza. Volvieron a la carga con aventuradas y peregrinas sugerencias acerca de la utilidad del aparato, algunas de ellas inverosímiles. El debate, que fue subiendo de tono, hizo que poco a poco vecinos y transeúntes se fueran sumando a la discusión... Pasado ya un tiempo, una gran multitud de gente se fue agolpando alrededor del aparato, y no fueron pocos, por cierto, los que asombrados por el descubrimiento llegaron a opinar sobre la función del enigmático artefacto.
El tiempo transcurría y nadie se atrevía a decir nada definitivo, pero a raíz del revuelo formado en torno al objeto se presentó la policía municipal en el lugar de los hechos, que de inmediato intentó poner orden en el barullo, aunque ante su incapacidad para resolver el enigma optaron por dar aviso a las autoridades locales... 
El alcalde, arropado por algunos concejales, consejeros y expertos municipales, se presentó con premura en el lugar, pero tampoco fueron capaces aun después de largas horas de debates aclarar el asunto, así que decidieron por unanimidad conservarlo intacto y exponerlo en una de las glorietas principales de la ciudad.
La noticia como era de esperar corrió como la pólvora no tardando mucho en saltar a todos los medios informativos locales y nacionales. Expertos llegados de todo el país y algunos extranjeros, se acercaron en los días posteriores a la ciudad (que se hizo famosa después del hallazgo) con el propósito de estudiar a fondo ese objeto no identificado. Se llegaron a hacer análisis de todo tipo, incluso la famosa prueba del “carbono 14”, para comprobar su autenticidad y antigüedad definitiva, pero todo inútil, fue imposible alcanzar una conclusión razonable.
Después del impacto inicial de los acontecimientos y de mantenerse la noticia en portada ininterrumpidamente durante semanas en todos los medios, incluso hacerse viral en Twitter y Facebook, el eco de los hechos se han ido diluyendo y enfriando ante la impotencia de una resolución final... 
Ahora, meses después del curioso descubrimiento, se exhibe en la plaza más transitada de la ciudad a la espera de que aparezca su arrepentido dueño, o quizás alguien consiga descifrar el misterioso enigma sobre la utilidad de ese instrumento. Por cierto, según informes definitivos de los técnicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se concluye que: Esa rara pieza es un rectángulo de treinta y dos pulgadas de contorno por diez centímetros de grosor y 15 kilogramos de peso, con varios pulsadores en la parte inferior de un lateral y una especie de cable para conectarlo a la corriente eléctrica.
A pesar de la importancia de los hechos y después de haber sido nombrados “Hijos predilectos de la ciudad” el que parece ser el jefe de los chatarreros y su ayudante prosiguen con su  ardua pero necesaria labor de recogida de trastos inútiles, liberando así las calles de suciedad y abandono. Eso sí, desde el día que encontraron ese aparato notan una cierta condescendencia y simpatía hacia ellos por parte de los aun sorprendidos ciudadanos.

            Joaquín




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