Los votos deberían
pesarse, no contarse.
(F.V.Schiller)
Hace ya un par
de años se me ocurrió escribir un artículo sobre algo que terminaba,
irremisiblemente. Era la crónica de una muerte anunciada. El muerto era el bipartidismo, y lo anunciaban ya
multitud de encuestas preelectorales que se hicieron en aquellos días.
Lo temido por muchos, aunque esperado y alabado
por otros, se cumplió a rajatabla; se rompió
la dualidad política en España. Ahora, casi tres meses después de las últimas
elecciones generales, nos encontramos con un panorama político desolador. Por
primera vez en nuestro país estamos a
punto de repetir unas elecciones porque la diversidad política e ideológica es,
cuanto menos, inédita e innegociable.
Joaquín
Yerga
10/03/2016
El que sigue abajo es el artículo escrito y
expuesto hace casi dos años…
Aunque el
bipartidismo hoy en día no esté precisamente de moda creo que a nosotros no nos
viene mal. España no es como Italia donde la política va por un lado
y la economía por otro, de hecho aquí llevan décadas en desgobierno y sin
embargo el país sigue creciendo y, aun situado entre los diez países más ricos
del mundo en PIB. Aquí, en
nuestro país necesitamos estabilidad gubernamental y si es posible
mayorías absolutas, lo digo así de
rotundo.
Puede
sonar mal pero a los hechos me remito. De los cuarenta años que llevamos
de democracia y en los que tanto hemos prosperado, una gran parte de
ellos han sido con mayorías parlamentarias, bien del Psoe o del PP. Creo que
con esta composición de las cámaras se pueden aprobar leyes que siempre estarán
redactadas con buena intención y en provecho de la mayoría de los españoles.
Con otras opciones habría que recurrir a componendas con minorías nacionalistas
insolidarias o partidillos de ideología extrema o estrafalarios.
Es
verdad que en los últimos años los dos partidos mayoritarios con
posibilidad de gobernar han defraudado a gran parte de los ciudadanos. Qué duda
cabe que se han cometido muchos abusos y una considerable proporción de políticos de estos dos partidos
están imputados o directamente condenados por malversación de caudales públicos
o por financiación ilegal, pero eso ha sido posible por dos grandes realidades.
Una de ellas… las dos décadas de vacas gordas
en donde todo valía (en todos los estamentos de la sociedad y no solo en el plano político). La segunda…
estos partidos llevan gobernando cuarenta años entre los dos y en todas las
administraciones, por lo tanto son los únicos que han tenido poder y con ello
posibilidad de delinquir. Está claro y el tiempo lo demostrará que todo el que
toque moqueta es susceptible de ser corrompido sea de cualquier ideología
o partido político. Esta anomalía ética
se da en las personas no en las instituciones.
En la mayoría de países desarrollados y estables del mundo predomina las dos
consabidas y naturales tendencias de carácter político-social; derecha e
izquierda o lo que es lo mismo conservadores y progresistas. Agrupados así diluyen radicalismos peligrosos
en ambas partes, absorben y centralizan a los extremos.
El partido conservador en España (PP)
aglutina a todo el espectro de la derecha, desde el liberalismo más conspicuo
hasta los neonazis, pasando por los cristianodemócratas, nostálgicos de la
dictadura, monárquicos etc. sin olvidar algunos republicanos suaves. Estos son
partidarios de endurecer las leyes anti delincuencia, a favor del orden
público, de la propiedad privada o de minimizar el estado, (porque así habría
menos gasto y se pagarían menos impuestos). Habría que tener en cuenta que los
posibles votantes de esta ideología serian los más pudientes: empresarios,
ejecutivos, emprendedores, clase media etc., es decir los que más tienen que
perder pues poseen más patrimonio y mejores sueldos, también son los más
activos, creativos y los que más arriesgan.
En
los asuntos religiosos, los católicos más fervientes encuentran en la derecha su ideario más afín.
De rebote se incluye a los
antiabotistas, precisamente por cuestión confesional.
También han sido siempre (por lo menos a
priori) los más patrióticos, defensores de una nación única, centralistas
y con el castellano como idioma primordial .Todo esto es innegable, pero hay
otros españoles, que están surgiendo, y cada vez son más numerosos. Estos votarían a un centro derecha con veleidades
proabortistas, aconfesional y querencias federalistas.
En
el Psoe , el otro gran partido, la
otra pata del bipartidismo, reúne en su seno solo a parte de la izquierda. Se pudiera
decir que a los moderados o socialdemócratas, partidarios de la propiedad privada
pero con un estado grande redistribuidor de la riqueza. Encontraría su fuente
de simpatizantes entre los jóvenes, en sectores rurales del sur y en los medios
urbanos menos acomodados, potenciales receptores de todo tipo de estímulos en forma
de subvenciones o subsidios.
El gran problema que se encuentra actualmente esta parte de la izquierda es la
pérdida de sus referencias ancestrales.
Una vez derruido el muro de Berlín y
mostrado al mundo occidental el panorama
tan desolador que había en los antiguos países del bloque sovietico, se acabó
de golpe con la utopía. Había sido esta sostenida durante siglos como un mundo justo en donde todos los ciudadanos
serian iguales, sin ricos ni pobres….
Estos países, por cierto, antes comunistas, solo lo habitaban gente pobre y sin
derechos.
Una vez probado, y constatado que el menos malo de los posibles sistemas de
gobierno es el capitalista democrático y
la economía de mercado, en donde la
iniciativa privada es el motor que moderniza y hace progresar al mundo, no hay
argumentos de peso que hagan mover a las grandes masas de obreros
famélicos a una nueva revolución
comunista, entre otras razones porque ya no hay masas proletarias como antaño.
La izquierda por tanto, perdida la batalla de la economía, ha tenido que buscar
nuevas metas para ilusionar a su gente. La ecología, los derechos humanos en el mundo,
la igualdad de sexo etc. todas tareas
muy loables se han convertido en
su nuevo campo de batalla.
La otra izquierda, la más radical, (curiosamente casi desaparecida en la
mayoría de países desarrollados) aquí en España,
aprovechándose de la crisis y de la corrupción están en auge. Esta izquierda travestida
de un cierto populismo (dicen lo que la gente quiere oír) gozan (de momento) del derecho de pernada de la
virginidad, ya que nunca han gobernado. Otra cosa será cuando tengan que
ceñirse a las reglas europeas y apañarse con los escasos dineros de la
hacienda.
Después de todo lo que ha pasado y aprendida
la lección, al igual que en el resto de países importantes… en el bipartidismo
esta el futuro. Con unos partidos políticos reagrupados en dos grandes bloques:
conservadores y progresistas, pero honestos, transparentes y con ideas claras.
La
delgada línea que separa estas dos ideologías debe ser mínima porque el mundo
moderno no da para más. En todas partes de occidente son proclives a un
capitalismo moderado y democrático, con respeto a los derechos humanos, estado
laico, leyes justas e igualitarias y seguridad jurídica para mercadear en este
mundo globalizado.
La
consabida cita de que los extremos
se tocan, nos da una idea de lo nefasto que seria para la unidad de España y para un desarrollo sostenible
de nuestro país, el que algún día nos encontremos con un mapa político
compuesto de multitud de partidillos radicales sin posibilidad de pactos,
ofreciendo cada uno el oro y el moro y haciéndolo ingobernable. Este
paisaje descorazonador seria pasto de nacionalismos periféricos, de tendencias
bananeras o demagogos antediluvianos. El retroceso seria considerable. Que dios
nos coja confesados si eso llega a ocurrir…
Joaquín Yerga
01/07/2014