jueves, 9 de julio de 2015

Mas Europa

  Pertenecer al selecto club de la Unión Europea es un privilegio que no todos los ciudadanos de los países socios somos conscientes de sus beneficios. Ahora que, (parece ser) se ha puesto de moda poner en duda este privilegio, me apetece manifestar mi opinión al respecto y de paso recordar situaciones pasadas.
  Cualquiera que haya leído algo de historia sabrá con toda seguridad que uno de los principales anhelos de nuestros antepasados más ilustres de todo signo político y pensamiento…Ortega y Gasset, Giner de los Ríos, Azaña, Ganivet etc. fue  siempre parecernos a los países más desarrollados de Europa, es decir Alemania, Reino Unido, Francia, Holanda etc. El resto del pueblo llano, desinformado  por decirlo de manera suave,  no siempre fue consciente de sus prioridades.
  Hace ya trescientos años que estos países que menciono son el paradigma máximo de la civilización, el culmen de lo que deben ser  pueblos prósperos, democráticos y que respetan los derechos de todos sus ciudadanos. Es aquí, en estos países que componen  el corazón de Europa donde ha nacido la ciencia moderna, la medicina y  la tecnología. También le debemos a ellos y en materia de humanidades, los derechos del hombre, la libertad de prensa o la libertad religiosa. Por supuesto ha habido también excesos (las dos guerras mundiales) pero nada comparado con lo acontecido en el resto del mundo. Digamos que todo lo que supone progreso científico y avance social como personas procede del núcleo central europeo.
  Estos países tan evolucionados decidieron unirse, suprimir fronteras y comerciar libremente entre ellos al acabar la segunda guerra mundial con el fin de seguir avanzando económicamente y de paso competir con los Estados Unidos de América, incipiente líder mundial en todas las disciplinas importantes. Los objetivos de esta unión fueron en primera instancia de tipo comercial pero posteriormente dio paso a una asociación mucho más amplia que englobaba proyectos, leyes comunes etc. hasta llegar a la moneda única y el propósito actual de un banco central europeo.
  Nosotros aquí en España, mientras tanto y en ese pasado reciente a lo nuestro, es decir a lo de siempre, a liquidarnos  unos a otros en atroces guerras civiles, a dictaduras militares opresoras, a sublevaciones anarquistas quema iglesias, o a rancio dominio espiritual católico apostólico. Esto es lo que teníamos aquí en nuestro suelo patrio hasta antes de ayer, como aquel que dice y ahora  recientemente hemos añadido un ingrediente más para darle más sabor (si cabe) a esta frustrante sopa, los nacionalismos periféricos.
  España ha sido (hasta dos días) un país exótico (en parte lo seguimos siendo). Los europeos civilizados nos miraban,  por nuestro folclore y por nuestras costumbres antediluvianas, como se mira a un país de aventuras arriesgadas. Visitarnos, era para ellos como proyectar un viaje a la India en nuestros días. Para modernizarnos en todos los sentidos y ser como un país más de esa Europa próspera y deseada, ya  Ortega y Gasset a mitad del siglo pasado nos sugería que pertenecer a esa Europa era la solución para casi todos nuestros males (Europa como solución).
  Abriendo fronteras e integrándonos de lleno con el resto de pueblos de nuestro continente se diluye gran parte de nuestros excesos y se adquiere parte de hábitos, costumbres, leyes etc. que han demostrado ser benignas para el bienestar de la gente. Estas naciones nos llevan décadas de adelanto democrático y económico, emulándolas aprendemos a convivir más y mejor. A fuerza de imitar sus tradiciones y superior cultura seriamos más tolerantes y respetuosos con nosotros mismos y nuestro entorno.  ¿Quien en su sano juicio despreciaría  tener las mismas obligaciones y derechos que un alemán o un danés, por poner un par de ejemplos? -Pues curiosamente están surgiendo ahora voces y tendencias  que abjuran y deploran esta unión en aras de una independencia fiscal y legislativa, (Grecia como heroína y líder de la sublevación antieuropea) ¡lo que hay que ver!!
  Cualquier país del mundo daría lo que fuera por estar situado en Europa y pertenecer a la Unión Europea, este selecto club antes mencionado. Estar bajo el paraguas protector de sus leyes y economía es una garantía de bienestar, democracia y respeto y eso lo han sabido siempre nuestros intelectuales de todas las épocas. Nosotros por nuestra cuenta no encontramos solución a nuestras cuitas, enseguida nos tiramos los trastos a la cabeza.
  En economía, esa materia tan importante para nuestras vidas, (nos guste o no), compartir la misma moneda (el euro) con Francia o Alemania, con la seguridad que eso nos proporciona  y a salvo de devaluaciones bananeras, no tiene precio. El poder viajar a esos países de Europa sin tener previamente que hacer acopio de francos o marcos es una facultad inédita en nuestra historia y fue el sueño inalcanzable de cualquier antepasado nuestro medianamente culto. No olvidemos por otra parte que esa moneda creada  ex profeso para la integración es quizás la más importante del mundo.
  Conociendo nuestra  triste historia reciente, (a  mí, particularmente), no me importa lo mas mínimo que parte de las leyes que nos rigen actualmente procedan de Bruselas. No me quita el sueño (más bien al contrario) que tengamos que ceder como país, soberanía en muchos asuntos a la Unión Europea. Ojala llegue el día en que Europa actué como si de un solo país se tratase, con un parlamento y un banco central único. También unidos en política exterior, con ejercito propio y decisiones comunes, incluso con un presidente elegidos por todos. Nosotros los españoles tenemos la obligación de que nadie jamás vuelva a recordarnos aquello tan ofensivo de... Europa empieza en los pirineos.
  El mundo camina hacia la unión de zonas estratégicas, ya existen en Norteamérica ( Usa+Canadá) en Suramérica ( Mercosur) o en el sureste asiático( con el gigante chino a la cabeza), también Rusia está intentando organizar su zona de influencia, así que no tiene sentido ir por libre en un mundo globalizado. Los países pequeños, salvo raras excepciones, están condenados a ser insignificantes en el panorama decisorio mundial.
   Luego, ante nuestro eterno problema de disgregación territorial, el mejor antídoto que tenemos  los españoles contra los independentismos es la Unión Europea. El día que disfrutemos de una Europa unida en todos los ámbitos no tendrá sentido regiones minúsculas, aisladas del gran espacio común. Sus pequeños parlamentos y gobiernos no tendrán poder efectivo, tan solo simbólico... o como mucho folclórico.
                                                                                                    Joaquín Yerga

                                                                                                      09/07/2015

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