No hablo mal de los
pobres porque de allá vengo. Ni de los ricos porque para allá voy.
W.Smith
Ahora, que según las
estadísticas hemos recuperado el nivel de bienestar anterior a la gran crisis
que hemos padecido desde el 2007, constato que en nuestro país apenas cambian
las cosas, sobre todo las cosas de índole económica. Publicaban ayer mismo en el
diario El País, que las grandes diferencias entre las distintas regiones
españolas siguen siendo las mismas. Es decir, y como desde tiempos
inmemoriales, tenemos una gran brecha de bienestar entre el norte rico y el sur
pobre, con la honrosa excepción de Madrid.
Andalucía, o
Extremadura, también Canarias, siguen teniendo una tasa de paro apabullante, que
ronda entre el 25,% y el 30%, mientras que en el País Vasco o Navarra, también
La Rioja y alguna más, apenas sube del 13%. Esto en cuanto al desempleo porque
si hablamos de riqueza y renta la cosa se nos presenta igual de cruda y
desfavorable para el sur. Madrid, con una renta por persona de 32.000 euros
brutos por año, seguidas del País Vasco o Cataluña, están a la cabeza, sin
embargo Extremadura y Andalucía con unos escasos 16.500 euros (justo la mitad)
a la cola.
Es cierto que son estas
solo frías cifras, y que pareciera no importar demasiado al personal, pero
lamentablemente detrás de estos números hay personas, situaciones y sufrimientos
en alguna medida. Y es que no solo de empleo y dinero se nutre esta diferencia,
pues lamentablemente estos suelen ir acompañados, también, de otros índices más
tangibles y dolorosos como: peor sanidad, mal acceso a la educación, pésimas
comunicaciones etc. Sin contar el nivel de cultura y bienestar general de sus
habitantes.
Como extremeño me duele
que la nuestra siga siendo, junto a Andalucía y después de cuarenta años de
democracia, las dos regiones últimas en todo lo bueno que queramos medir. Y por
el contrario las dos primeras en los índices en los que no deberíamos aparecer.
Percibo, ahora que por motivos vacacionales lo trato de cerca, una sufrida
resignación y aceptación de la gente de las consecuencias que conlleva estas
depauperadas cuentas. Apenas se alzas voces, sino para reclamar algún tipo de
subsidios o ayudas que le permitan tan solo subsistir.
Creo, y cada vez estoy más
convencido de ello, que salvo algunas ciudades punteras de la zona, el resto
tiende a desertizarse, y no solo en población, también en progreso, modernidad y
desarrollo. Ahora que nuestros jóvenes tienen, casi todos, la posibilidad de
adquirir carreras universitarias o estudios superiores, cosa que cada vez se da
con más frecuencia, es descorazonador que una vez terminada su preparación
tengan que emigrar a otros lugares con más empuje y desarrollo. Precisamente son ellos, los jóvenes, los mayores emprendedores capaces de dinamizar una sociedad.
En mis tiempos de éxodo laboral, digamos que
lo hacíamos un 35% de nosotros, el resto permanecía de una u otra manera en su
lugar de nacimiento. Hoy en día cualquier joven universitario ávido de empezar
a desarrollar la actividad propia para lo que se ha preparado concienzudamente
tiene que desplazarse inevitablemente a otras ciudades y regiones, pero en una
proporción del 90%, cosa que es para echarse a llorar. Con este sinsentido es
imposible salir del pozo del subdesarrollo económico.
¿Y dónde están las
soluciones? ¿Qué hemos hecho tan mal para que después de, casi, autogobierno
regional sigamos exactamente igual que en el franquismo? Dirán algunos y con
razón que hemos mejorado visiblemente, que los pueblos están mucho mejor y más
dotados que antaño, pero no me negaran
que ha sido debido a la ingente cantidad de dinero procedente de Bruselas y de
la caja de compensación española lo que ha permitido esas mejoras, así como las
carreteras.
Andalucía y Extremadura
poseen entre ambas casi diez millones de personas, es decir un veinte por ciento
de la población del país, y sin embargo apenas el 10% del PIB y renta. Y no
hablemos de su índice de influencia en el resto de España, es bajísimo. Apenas
se da aquí: políticos, empresarios, deportistas de elite, científicos etc. para
su proporción de habitantes, pero eso sí, artistas de la farándula y niños
cantores, los que se quiera. Por supuestísimo esto no es debido a nuestro rico
folclore, yo diría que más bien a un cierto retraso cultural; retraso que no
hemos sabido atajar.
Dios me libre de ofender
a nadie, solo constato una cierta realidad subjetiva. ¡Ojala! las cosas cambien
y nos pongamos a la cabeza de esos índices antes mencionados porque después
vendrá todo lo demás. ¡Claro! que para eso tendremos que cambiar de táctica. En
la primera parte del partido (un partido de cuarenta años) perdemos cinco a
cero, a ver si en la segunda, por lo menos, empatamos con los del norte, aunque
tengo mis dudas.
Dicho queda.
Joaquín Yerga
29/07/2017