El que quisiere tener salud en el cuerpo,
procure tenerla en el alma.
Quevedo
procure tenerla en el alma.
Quevedo
Hace ya unos años que
empecé a mirar más y mejor mi salud.
Jamás me habían interesado esos temas, de hecho en cuarenta años apenas
un par de veces o tres visité al médico; una pequeña bronquitis y una otitis
provocada por una larga exposición al agua durante unas vacaciones de verano fueron las dos últimas ocasiones.
Imagino que lo que me ha pasado a mi le sucederá a otros
muchos. Ya sabemos que cuando somos
jóvenes y estamos plenos de salud no nos preocupa lo más mínimo el asunto, nos
creemos invencibles y pensamos que nunca llegará el día de padecer enfermedades
importantes, eso lo vemos como de otra galaxia, creemos que son problemas que afectan sólo a la gente
mayor, evidentemente no es así, hay que cuidarse razonablemente, siempre.A mis cuarenta comencé a cuidarme, cosa que nunca hice antes como ya he señalado. Recuerdo la impertinencia que me soltó una vez el representante de una empresa que fabricaba cajas de cartón cuando le dije la edad que tenía en ese momento a una pregunta suya.
-¡¡Pues te ha tratado muy mal la vida para tener esa edad!! -me dijo. De alguna manera eso me impactó. A partir de ese día me propuse quererme más, no era de recibo envejecer antes de tiempo.
Dicen los expertos en el asunto, que el estrés es de lo más nocivo si anhelamos una vida razonablemente longeva y me temo que yo he llevado en mis dos últimas décadas, por acotar mis recuerdos, una existencia más bien ajetreada debido a inevitables cuestiones laborales (siempre he “padecido” trabajos estresantes), así que toca ahora preservarse y recuperar el tiempo perdido… la salud perdida mejor dicho. Realmente más que salud, aunque quizás también, son los signos externos que delatan que esta sea aceptable o inadecuada para la edad que se tiene, por ejemplo la pérdida del pelo o mas arrugas de las debidas en ciertas partes del cuello o de la cara. En el primer caso es lo que con mas inquina se ha cebado conmigo el ingrato paso del tiempo y no me resigno a aceptarlo, máxime con el orgullo que he aireado siempre mi tupida cabellera durante mi mocedad; ya estoy pesando hacer algo al respecto.
Lamentablemente y como sucede a muchos, soy de buen yantar y eso es un inconveniente porque al mínimo descuido aparece la tripa y se me desboca el colesterol, además de otros indeseados excesos. Gracias a que dejé de fumar hace ya unos cuantos años y al moderado deporte que practico, me mantengo más o menos en forma, pero no deja de ser una lata, sobre todo para los que hacemos esto último como una obligación y no con gusto.
Es verdad que además de todo ese esfuerzo hace falta algo más; lo básico, como es público y notorio, restringir la comida y ahí reconozco que tengo suerte porque como de todo, no soy demasiado exigente para esto, tampoco peco de glotonería. Admito que por comer comería cualquier cosa, sobretodo las que más agrada al paladar pero que engordan más de la cuenta, así que intento escoger los más saludables aunque de vez en cuando baje la guardia y me dé algún gustazo.
Quien me lo iba a decir a mí, yo que siempre he sido despreocupado para todo lo relacionado con la salud; tener que mirar ahora que alimento contiene omega3 para abusar de él y cual no se puede ingerir por llevar grasas saturadas. Yo que llegué a fumar hasta dos paquetes diarios. Del alcohol no he abusado demasiado pero mis cervezas y mi copita de coñac no me han faltado nunca. En la pitanza ni por asomo tuve piedad ni compasión por la moderación. En cuanto a los niveles metabólicos, hasta hace una década fueron perfectos desconocidos para mí, nunca supe de ellos.
Tengo algún pariente muy cercano que se niega hacerse revisiones médicas aludiendo peregrinas razones, yo ya pasé ese periodo. Ahora, sin abusar, paso por el ambulatorio cada par de años y me someto al consabido tormento médico. Ahora si procuro tener en cuenta los altibajos caprichosos de los niveles de azúcar y colesterol y seguir las buenas recomendaciones de los galenos, que nunca vienen mal; hay que ir con los tiempos, no queda otra.
Con todo esto que acabo de contar pudiera parecer que padezco algún tipo de obsesión por mi salud y nada más lejos, simplemente sin mucho esfuerzo procuro llevar una vida ordenada, sin demasiado excesos y comiendo más o menos de manera sana, completado eso si con algo de deporte; en lo demás igual que siempre, es decir vida casi monacal.
Por otra parte está la salud emocional, ahora tan de moda. Es más importante de lo que creemos pues en sus manos; mejor dicho en sus neuronas, dejamos asuntos tan vitales como el equilibrio personal y la felicidad, además la parte física depende en gran medida de aquella, por lo tanto para estar pleno en el asunto que nos ocupa en esta reflexión hay que estar óptimo en ambas. A mí siempre me han interesado las cuestiones vinculadas con ese gran desconocido que es nuestro cerebro y ahora que tengo más tiempo libre intento aprender y practicar temas relacionados.
Ahora que nos invade estudios de todo tipo, también sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, quiero hacer un pequeño resumen y sintetizarlo con un par de consejos que procuro seguir, aunque posiblemente no lo consiga, estos son:
-Conócete a ti mismo, esta actitud ya la descubrieron los antiguos griegos y es muy importante para el desarrollo de la vida del individuo. El que consiga conocerse sufrirá bastante menos y actuará de la manera más correcta en la búsqueda de su bienestar que por otra parte es lo que todos deseamos.
-Ojo con el estrés, está demostrado que con él, el cuerpo físico y mental está a mas revoluciones de las debidas y el desgaste es mucho mayor, por lo tanto si se quiere vivir más y mejor hay que hacerlo más despacio, vivir el aquí y ahora y si se puede, disfrutar con lo que tenemos a mano, que no suelen ser grandes cosas, yo estoy en ello.
Joaquín Yerga
06/05/2014
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