Tres exclusivas tres son las culpables de nuestros desvelos de esta semana presta ya a finiquitar.
Una, política y como tal la miramos, con aburrimiento
y resignación por empacho. Otra, de dimensiones planetarias, más agradable por novedosa y deseada. Y, la última, terrenal y doméstica, va de
dinero y prestigio.
Empecemos por el principio…
Por fin llegó, el día después… de las elecciones catalanas, parecía no haber otra cosa en el panorama noticiario español. Alcanzó este monotema periodístico el clímax el domingo por la noche, durante el recuento de votos. Ahí todos expectantes delante de la tele esperando, (imagino), que los separatistas no consiguieran su objetivo. Al final nos hemos quedado como en el Rosario de la aurora, es decir igual que estábamos pero peor. Unos, los separatistas alegan que han ganado en escaños y otros, los partidarios de seguir en España, que hemos ganado en votos. El resultado final es que el asunto ahora está más enrevesado que antes. Debido a la amalgama de partidos e ideologías que componen el marco político catalán es muy difícil formar gobierno. Incluso se especula con la posibilidad de convocar otras elecciones autonómicas ¡¡Que dios nos coja confesados!!
Menos mal que entremedias una primicia (inocua
y cuanto menos curiosa) viene a echarnos
una mano. Aparece en el panorama informativo mundial para sacarnos del sopor político-catalán y me estoy refiriendo a la sorprendente noticia de que por fin
encontraron agua líquida en Marte y por tanto la posibilidad de hallar vida
allí. A mí la noticia me entusiasma, ya empezaba a creer que estábamos solos en este mundo y, ¡mira
por donde! Es ilusionante pensar que
pudiera haber vida inteligente en alguna parte, además de en Cataluña.
Hubo un tiempo, a mitad del siglo XX que se
pensó seriamente en la existencia de seres vivientes en el planeta rojo. Se avistaba, a través de los mermados medios
astronómicos con los que se contaba en esa época, una serie de imágenes que parecían
estructuras realizadas de forma
artificial por extraterrestres. De ahí proviene la creencia en la existencia de
marcianos
y ovnis y que tanto ha enardecido
nuestra imaginación durante décadas. Ahora
por fin, después de años de abandono
o cuanto menos desdén a la teoría de vida allende nuestro planeta,
volvemos otra vez a suspirar con alienígenas y aventuras marcianas. Aquí en la
tierra está todo ya muy visto, (parodiando a Manuel Vicent)…no existe un rincón
que no hayamos pisado con nuestras sucias
botas.
Abundando sobre este tema tan desconocido como asombroso, me
resulta como poco deprimente que sepamos absolutamente todo de nuestro planeta y que la ciencia haya
llegado tan lejos que incluso se atreva a fabricar vida de manera artificial.
Y, no digamos del enigmático asunto de clonación de animales o incluso de seres
humanos, tal y como amenaza llevar a cabo algún excéntrico científico… pánico
me da.
Yo, definitivamente y a medida
que me hago mayor mas, me sentiría...más seguro físicamente y más humano
espiritualmente si la tecnología o la ciencia tuviese límites éticos. Me abruma
el pensar que genéticamente podemos modificar seres humanos a capricho.
Imaginemos por un momento que lleguemos, (que llegará), a poder elegir el color del pelo de nuestros bebés o
el color de sus ojos, o su altura. Esa posibilidad estaría más cerca de llenar
nuestro mundo de robocitos prefabricados
que de humanos singulares. El planeta se
llenaría de personajitos con apariencia sueca, o del modelo que estuviese en
boga en su momento. ¡No!, a mi no me
satisface esa idea prefiero dejar algo de misterio y albedrio al ser humano. Quiero
no llegar a conocer absolutamente todo de él en cuanto a su naturaleza, y no es que
esté en contra de la investigación en biología y genética, no es eso, pero entiendo que algún límite debemos poner para preservar nuestra esencia como seres
humanos.
Debido al aprecio que tengo por las humanidades desde siempre las he
antepuesto a las ciencias. Me
gustan más las personas con todas sus
imperfecciones que su mapa genético. Prefiero
indagar en su alma o atender su razonamiento que preocuparme de las sinopsis neuronales de su cerebro. También
tengo mas apego a la poesía y a las emociones y por qué no, al amor de los hombres, con sus fortalezas y
debilidades (aunque suene cursi) que a la importancia de la serotonina y los neurotransmisores en la
química cerebral, ¡Qué le vamos a hacer!
Ya lo sugerí una vez en una reflexión pasada
pero merece la pena recordarlo. Son los conocidos versos de Bécquer…
Mientras la ciencia a descubrir no alcance las
fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo que al
cálculo resista;
mientras la humanidad siempre
avanzando no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el
hombre, ¡Habrá poesía!
Algo más prosaico y material ha sucedido también
estos días y que ha dado al traste con la marca, Made in Germany que tanta reputación tenía en el mundo. Todos
sabemos que aludo al fiasco de Volkswagen. Esta exclusiva salió a la luz a
principios de semana y compite con las
dos anteriores en acaparar la atención de los españoles. Yo la colocaría
en segundo lugar en importancia porque lo de Marte va para largo y ya habrá tiempo
y lugar de llenar muchas páginas sobre ese asunto en los medios pero lo de la
marca alemana nos afecta a muchos de manera inmediata y merece un par de
comentarios.
Es lamentable pero es así, cómo un simple fallo en un software pero cometido a sabiendas, es decir, con prevaricación y alevosía de una empresa de automoción, (aunque esta sea la más grande del mundo), puede hacer tanto daño a una marca de país.
Estamos hablando del país con el pedigrí industrial más importante y consolidado de la historia.
Todos somos conscientes de lo que significa la marca Alemania.
Comprar un lavavajillas o una caldera y más
si cabe un automóvil sea de la marca Audi, Mercedes o BMW etc. era hasta ahora sinónimo
y garantía de fortaleza y duración. Todos estábamos dispuestos a pagar un plus
extra de parné con tal de que el
aparato sea fabricado en Alemania. Torres
más grande han caído, es cierto pero para nosotros y otras generaciones
anteriores se nos ha caído un mito, ¡el mundo ya no es lo que era!. De todas
maneras acordémonos de la que nos liaron estos teutones en la llamada...guerra de los pepinos, y el daño que
causaron a nuestra agricultura de invernaderos
del sureste. Bien que exageraron y airearon en sus medios audiovisuales de
nuestra incompetencia y subdesarrollo y es que como dice dicho ¡Donde las dan las
toman! Y que conste que me caen bien los alemanes.
Joaquin Yerga
01/10/2015