Las promesas que hicieron los políticos ayer
son los impuestos de hoy.
(Anónimo)
El más lento en prometer es
siempre el más fiel en cumplir
(Rousseau)
Ha comenzado la temporada electoral; por
cierto muy copiosa de estos eventos este año. Empezamos en Andalucía y
posteriormente seguiremos con las autonómicas, municipales, catalanas y
terminaremos el año con las más importantes, las generales y como siempre los
partidos se despepinaran intentando atraer, (a través de los votos) a los
ciudadanos a sus postulados, cosa perfectamente normal y aceptable en una
democracia.
Cosa no tan aceptable es que dentro de sus
estrategias electorales hay un tema importante sobre el que los políticos
actuales (también los de nuestro pasado reciente) deberían ser más responsables
al tratarlo por el bien de todos, aludo concretamente a las desorbitadas promesas
que suelen ofrecer en estos periodos.
En política
debe haber un límite en honestidad, no todo vale. Es común en nuestros
representantes hacer todo tipo de compromisos, la mayoría de improbable cumplimiento
y ellos, los responsables de los partidos, son tan conscientes de su imposibilidad como culpables de ello.
Dijo una vez John F. Kennedy durante una
alocución a los norteamericanos poco antes de que le asesinaran: No me preguntéis que puede hacer la nación
por vosotros, sino que podéis hacer vosotros por la nación. En esta frase se resume perfectamente la idiosincrasia de una cultura, muy diferente a la nuestra. Aquí en nuestro país es impensable que nadie se dirija a la
multitud durante un mitin en esos términos. Aquí parece que nos ha hecho la
boca un fraile y estamos constantemente pidiendo. Pedimos todo gratis sin tener
en cuenta quien lo paga. Lo nuestro es intentar sacar al estado todo lo que se
pueda y mas, sin pensar ni por un instante que el dinero del estado es el de
todos, el de nuestros impuestos.
Ahora la consigna, justiciera y salvadora,
la que va a correr con todos los gastos anunciados por esos, bienaventurados y beatíficos políticos
de turno, autores de todas las promesas es: ¡A por los ricos! Pareciera que
tenemos millones de personajes, asquerosamente ricos, con su bigotito y su
habano, inflados de millones de euros escondidos debajo de colchones o en
cuentas clandestinas y con ese dinero, que se lo vamos a confiscar, ya está
todo resuelto. Otras veces aseguran algunos que acabando con el fraude fiscal
recaudaremos 50.000 millones más de euros y con eso ya tienen comprometidos no
sé cuantas prebendas al pueblo, así de fácil y así de triste. Es lo que nos
espera en este año multielectoral, ¡Preparémonos!
Los
ricos que señalan algunos me temo que será la clase media (como siempre), que
verán cómo le suben los impuestos de manera severa para costear lo prometido. Los
cuatro millonarios y las repudiadas grandes empresas de Ibex si ven peligrar su cuenta de
resultados se irán sin ningún pudor a cotizar a otros países en donde sean
menos exigentes. A los asalariados más emprendedores y a los ejecutivos más
dinámicos, que se lo han currado de veras habiendo dedicado muchos años a mejorar
sus conocimientos con títulos universitarios y másteres y que ahora disfrutan
de salarios que rondan los 60.000 o 70.000 euros brutos, estos, entraran en la
categoría de nuevos ricos y serán carne de duros impuestos.
Creo
que va siendo hora ya de cambiar ese mantra tan reiterativo de que para que
haya igualdad es menester quitar los bienes a los ricos y repartirlo entre los
pobres, entre otras razones por lo que antes he comentado, a los cuatro
verdaderamente ricos no los pilla nadie mientras el mundo sea como es. ¿Por qué
y para variar no cambiamos de estrategia y fomentamos la idea de que lo ideal
es que todos prosperemos? dicho así a lo bestia, que todos seamos ricos.
Quiero
recalcar mi posición inequívoca a favor
de un estado redistributivo en donde los que menos tienen paguen menos y
disfruten de servicios óptimos y los más favorecidos económicamente cedan una
parte razonable de sus ingresos por el bien común. También a nivel regional o
autonómico imploro un reparto justo y que todos los ciudadanos vivamos donde
vivamos obtengamos los mismos servicios del estado, pero dicho, esto abogo por
ser consciente de nuestro nivel de riqueza, es decir no debemos gastar más de lo que se ingresa. El dilema es
sencillo, evidentemente no podemos exigir los mismos servicios que Dinamarca o
Suiza, produciendo lo mismo que Polonia o Turquía, por ejemplo. Si lo
hiciésemos volveríamos a cometer el mismo error que hace unos años y por el
que estuvimos a punto de sucumbir como
país, es decir con presupuestos deficitarios terminaríamos con más paro y
pobreza rampante. Todo el déficit acumulado anual pasa inmediatamente a
configurarse como deuda y las deudas hay que pagarla, y con intereses.
Este año pasado, 2014, el déficit que nos ha
permitido la U.E. es del 4.5%, es decir, nos han dejado gastar, a pesar de los
consabidos recortes, 50.000 millones de euros más de lo que hemos ingresado,
este dinero va a la deuda y un país muy endeudado es un peligro porque los
intereses que nos imponen son altísimos y bordearíamos la insolvencia como
país. Si queremos prosperar hay que gastar lo que tenemos sin endeudarnos
demasiado, para lo contrario tenemos el mal ejemplo de Grecia. El año en curso
el déficit será menor.
La
facilona política de prometer a diestro y siniestro ha conseguido que muchos españoles se crean
poseedores por el simple hecho de serlo de todos los derechos habidos y por
haber, después cuando se ha tenido que dar marcha atrás y aplicar ciertos
recortes aparece la decepción. Estas actuaciones
han generado un clima de desconfianza absoluta hacia los partidos políticos,
clima que algunos aprovechan para hablar de la “casta” y erigirse como salvadores de la decencia.
Esa
famosa Casta, es la clase política
que nos dimos los españoles en los albores del posfranquismo, cuando después de
cuarenta años de gobiernos de militares impuestos, anhelamos políticos civiles
elegidos por el pueblo y nos representaran. También quisimos que estuvieran
bien pagados y exentos de justicia ordinaria porque ansiábamos una democracia
al estilo europeo en donde los políticos elegidos eran la síntesis del pueblo y
por lo tanto intocables. Otra cuestión
es que algunos aprovecharan la confianza dada para saquear el erario público o
medrar en su beneficio.
Por
otra parte también es verdad que los partidos políticos a menudo actúan como un
fin en sí mismo y se olvidan de los ciudadanos a los que representan y con tal
de seguir u ocupar las poltronas son capaces de prometer el cielo, aunque la mayoría
de las veces nos lleven directamente al infierno.
Joaquín Yerga
17/03/2015