Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál
es.
(J.M.V.Vilas)
Aquí en España el que se aburra es porque quiere pues tenemos
una política sui generis la cual nos
proporciona un montón de emociones
fuertes cada día. Los telediarios se han
convertido en portavoces de los
diferentes juzgados de la audiencia nacional que apechugan con los múltiples
casos de latrocinio en los que están implicados los políticos de turno; dedican
a esto la mayor parte de su contenido. Es raro el día en el que no aparezcan algún
nuevo caso o se hagan eco de indicios o supuestos que casi siempre acaban por
confirmase.
Entiendo, y el que
opine lo contrario se equivoca, esto implica a todos los partidos políticos que
en algún momento hayan pisado moqueta; a mas poder ejercido más posibilidades
de corrupción, los españoles somos así.
El que esté libre de
pecado que tire la primera piedra dijo Jesús, según el evangelio de San
Juan, por lo tanto explotando la cita me pregunto ¿qué modélico ciudadano
español alguna vez no ha pagado algún trabajo realizado sin factura por no
pagar el IVA ¿ ¿o cobrado horas extras en negro sin rechistar para que no nos
incluya el IRPF¿ soy de la opinión de que cada uno defrauda (que no deja de ser
un delito económico), lo que está en su mano y no se me entienda mal, quiero
decir con esto que no hay que rasgarse las vestiduras, el que la haga por
supuesto que la pague y primero devuelva lo robado, pretendo con esto hablar de
debilidades y manifestar lo que todos sabemos que es una tentación muy fuerte dado el caso
para resistirse a ella y cualquiera podemos caer, nuestra cultura latina y
católica se presta muy a ello.
Los anglosajones tienen especial inquina a la mentira en
política, no la aceptan bajo ningún concepto
y por eso las infidelidades o doble vida de políticos, el desfalco o las falsas promesas están más castigadas por el hecho de haber
mentido a los ciudadanos que por el delito en cuestión. En nuestro mundo
mediterráneo somos mucho más permisivos con la mentira y también con el mangazo, no olvidemos nuestra picaresca filosofía de vida a lo largo
de la historia.
También sin proponérnoslo hemos creado una inmensa partitocracia
en nuestro país. Los partidos políticos se han convertido en un fin en sí mismo,
en ellos termina el bienestar, en vez de procurar el bien a todos los
habitantes del territorio nacional. Los diferentes representantes políticos no
se deben a los ciudadanos que les pagan y les votan sino absolutamente a la organización
que les cobija, no se acepta la disidencia, todo el bloque en conjunto aboga por
unos ideales monolíticos y el que se mueve no sale en la foto, como dijo Guerra
una vez. Esto hace que la corrupción no se denuncie e incluso se tape para no
perjudicar al partido y voy más lejos ya se sabe que estos partidos elefantiásicos
(perdón por la palabreja) necesitan ingentes cantidades del presupuesto para
funcionar lo que los hace susceptible de corruptela. Tenemos que regenerar esta manera de hacer política en España y
legislar jurisprudencia para que estas organizaciones políticas, sindicales o
patronales se financien por aportaciones de sus miembros o socios, evitaríamos una
gran parte del problema que nos ocupa y preocupa.
Es verdad que se ha creado un clima general asfixiante de
malversación y corruptela pero también
hay que tener en cuenta de que a menudo la percepción que intuimos de un hecho
supera a la realidad misma, aquella se agranda por la tardanza de la justicia
en sentenciar los diferentes casos, los
juicios se hacen eternos y las comparecencias a cuenta gota, aun estamos después de muchos años con el Gurtel o los Eres. Por otra parte hay que reseñar así
mismo que la mayoría de asuntos deshonestos que salen a la luz estos días se
produjeron hace bastantes años, en la época de bonanza cuando todo valía y los
españoles estábamos inmersos en una especie de felices años veinte en economía.
Estos desgraciados sucesos no debería llevarnos a equívocos, los políticos gozan de
esas prebendas porque nosotros (a través de nuestros representantes) así lo
quisimos. Cuando murió Franco e hicimos la transición decidimos darles mucho
poder a los nuevos políticos (diputados, alcaldes, presidentes de autonomías
etc.) porque estos eran elegidos democráticamente por el pueblo y debían tener
protección jurídica y buenos salarios, en definitiva había que mimarlos pues
para nosotros eso era novedad y signo de progreso participativo después de casi
cuarenta años de dictadura en donde eran proclamados a dedo por el gobernador
civil o militar de turno, había que imitar a Europa occidental. El disgusto y
la contrariedad ha sido que muchos de estos representantes del pueblo se han
aprovechado del cargo y la confianza depositada en ellos, han hecho de su capa
un sayo y han cometido toda clase de delitos económicos, por fortuna no son todos ni mucho menos.
En mi opinión estamos pagando, con esta corrupción y con la
lentitud en atajarla pues no tenemos leyes
adecuadas para ella, todos los
excesos de bisoñez en política democrática que pusimos desde el final de la
dictadura. Con este problema ha pasado igual que con otros, por ejemplo en el
asunto territorial, nos creamos unas autonomías ficticias para contentar a
vascos y catalanes creyendo en su honestidad
y ahora nos encontramos con un problema mucho mayor de deslealtad e
independencia, también con otros temas nos está pasando igual.
A pesar de estos
significativos y penosos reveses con que nos castiga nuestra forma de ser, no
debemos flagelarnos con poner todo patas arriba y cuestionar absolutamente todo
lo que hemos conseguido a lo largo de estos casi cuarenta años de democracia.
Lo conseguido es mucho, somos un país moderno y próspero, estamos ubicados
entre los mejores del mundo y esto de la corrupción se soluciona con leyes más
idóneas que sirvan para combatir estas
modernas maneras de delinquir, hay que ponerse a ello sin demora. No caigamos
en la tentación de aupar a partidos utópicos e irrealistas que prometen asaltar
el cielo porque puede ser peor el remedio que la enfermedad. Cambios tan
bruscos y la incertidumbre que provocan puede ser peligroso. No juguemos con
las cosas de comer.
Joaquín Yerga
28/10/2014