Se
despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida.
M.
Benedetti
Tumbada
en la cama del hotel, triste y atormentada, no hacía más que pensar
en lo mismo. Por su cabeza pasaban una y otra vez todas las emociones
y decepciones vividas en los últimos días. Y es que...
Se
jugó demasiado pero no le quedaba otra si quería ganar. Todas las
encuestas decían lo mismo, apenas un tercio de los votos, con ese
porcentaje iría de lleno a la oposición, así que apostó todo a
ésa jugada. Y si al final todo salió mal, pues mala suerte no
era culpa suya… ¿o sí?
Conste
que hizo todo lo que estaba en sus manos. Empeñó en la operación
lo máximo, y juraría que fue demasiado: amigos, parientes,
prestigio, y ahora ¿Qué le quedaría? Mucho se temía que nada,
sólo amargura y menosprecios.
No
era una ingenua, demasiado sabia ella que este mundo funciona así,
cuando todo va bien y triunfas se te abalanzan enjambres de pelotas,
aduladores, tiralevitas y lameculos de toda ralea y condición. Te
ensalzan, te repiten constantemente qué guapa y qué lista eres, y
se reservan para después el típico “¿Qué hay de lo mío?”.
Pero si por cualquier motivo, ajeno o no a tu voluntad, se
difumina la aureola que te envuelve y caes en desgracia, no te
salva ni los bomberos.
Pensaba
todo esto mientras meditaba en su habitación; lógicamente antes del
infausto final, pero hubo un momento en que llegó a la cima, ¡Así
es! Ése instante fue cuando presentó el plan a bombo y platillo en
uno de los mejores hoteles de la ciudad. Fue increíble, acudieron al
evento multitud de medios informativos, periodistas de todos los
colores, televisiones, radios, artistas y gente de la farándula en
general, fue una tarde apoteósica, de las que no se olvidan
fácilmente.
Y
prometió, sí, prometió delante de todo el mundo, incluidos los más
importantes políticos y del magnate propietario de la multinacional
encargada de llevar adelante el gran proyecto de ocio, hacer de éste
el motor de desarrollo de la zona. Y juró ante la Biblia que en caso
de no cumplir lo prometido dimitiría de manera irrevocable. No
obstante, se guardó una carta en la manga ¡Claro! Y es que todo
estaba atado y bien atado, y ni por un momento pasó por su cabeza
que nada de ésto último fuera a suceder. Ya tenían, ella y sus
colaboradores, un pre-contrato firmado con el dueño y todo saldría
a pedir de boca.
La
cantidad de dinero a invertir era inmensa, la mayor que jamás
se haya empleado en la ciudad. El asunto iba tan en serio y tantos
los puestos de trabajo a crear que la ciudad iba a subir como la
espuma, posiblemente entraría en el<< Top ten>> europeo,
o mundial, --diría ella-- en el largo discurso que pronunció
durante la presentación. Y, hablando de ella -- pensó entonces-- ¿Cómo quedaría
después de este éxito su prestigio? ¿Le harían doctora “honoris
causa” en la Complutense? Y se vio, incluso, representada en una estatua
de mármol de Macael, de pie, con el brazo levantado y un libro en la
mano como dirigiéndose a la multitud en actitud solemne y
debajo en el pedestal, una placa con letras doradas y en relieve con
el lema “La ciudad, a su insigne alcaldesa” y sufragado con
suscripción pública.
Alguna
vez comparó éste “pelotazo” para la ciudad con la satisfacción
de recibir el gordo de la lotería, o con la de una fortuna ganada en
una noche loca en el mejor casino de Las Vegas para un jugador
empedernido, y ella era la principal impulsora del asunto. Estaba
segura que ésta impactante noticia supondría que en las próximas
elecciones su partido barrería “de calle” y la oposición
se quedaría sin opciones. Todo eso se imaginaba y mucho más,
pero los hados de la suerte no estaban de su parte y ni por un
segundo pasó por su cabeza lo que sucedió después.
Esa
aciaga mañana, tan sólo tres semanas después de la presentación
del proyecto, todo se le vino abajo de golpe. Una llamada inesperada
de su secretario particular informándole de la negativa del magnate
a seguir adelante, la sumió en la desesperación. Pareces ser --le
comunicó el secretario-- Que en una entrevista a la televisión NBC
y desde Nueva York anunció que suspendía la inversión por falta de
financiación.
Fue
un mazazo terrible para ella. Adiós a todo lo prometido, a su
carrera, a su porvenir, a su palabra dada, y lo que es más
importante a su juramento ¿Cómo se presentaba ahora a su pueblo
después de sus promesas? ¿Cómo la recibirían? ¿Y sus compañeros
de partido? ¿Y la oposición?
Y
a última hora de ése mismo día se precipitaron los
acontecimientos, una vez comprobadas y verificadas las trágicas
noticias, se sintió anímicamente mal, un negro velo nubló su
mente y por su cabeza pasaron los más oscuros e inverosímiles
pensamientos. Ya de madrugada y con una macabra idea en la cabeza se
despidió de sus colaboradores más cercanos y se refugió en su
habitación, sola.
Hundida
en sus más turbios pensamientos decidió alterar su destino y
terminar de golpe con esa insoportable amargura. Ni miró la cantidad
de somníferos que quedaban en la caja, posiblemente
faltaban pocos. Se los tomó todos de golpe empujándolos con
media botella de whisky y se tumbó en la cama, boca arriba, mirando
absorta los negros nubarrones que pasaban sin cesar por sus
pensamientos y que atormentaban, y de qué manera, su quietud.
Nadie
se enteró de su muerte hasta bien entrada la mañana siguiente. La
policía alertada por sus familiares más cercanos forzó la puerta
de su casa y contemplaron su cuerpo inerte sobre la cama.
Cuentan que una amarga expresión inundaba su cara. En la
mesita de noche encontraron un sobre con un folio doblado en su
interior con su últimas palabras. Los familiares y amigos se negaron
en redondo, a pesar de las presiones, a informar de su contenido.
Está
previsto que mañana se anuncie su entierro en la Almudena con todo
el boato y fastos que la ocasión y la interfecta lo merecen. Por
cierto, la cadena norteamericana NBC ha pedido perdón por el error
cometido ayer al visualizar una entrevista al magnate Adelson de hace
un par de años. En esa entrevista se aludía aun proyecto a realizar
en París, que efectivamente se suspendió, el de Madrid sigue
adelante, sólo que ahora lo retomará la oposición.
Joaquín
Yerga